Salir del infesto Hotel Bali Bungalo supuso un balón de oxígeno y ciertas dosis de optimismo. Con nuestra mudanza a las playas de Kuta Sur, reviviríamos el viaje que hicimos once años atrás, cuando Macarena aún no había nacido y la isla no había sufrido la devastación del tsunami.
Yayo se empeñó en volver -tras once años y un tsunami- al hotel donde habíamos pasado parte de nuestra luna de miel. Yo no estaba tan segura de que siguiera en pie y ni siquiera me acordaba del nombre, pero lo encontramos. Su nombre, Green Garden Hotel, en Kuta Sur. Seguía igual que once años atrás: reformado claro, tras el tsunami de 2004; pero permanecía inalterable en su esencia. Impecable, impoluto, una maravilla. Nos dieron una habitación junto a la piscina, lo que fue un gustazo para Macarena que casi caía de la cama al agua. El desayuno… increíble: un imponente bufé de frutas, lácteos y bollería; y el staff… amabilísimo. La habitación comodísima, amplia y super limpia. Y el precio… excelente.
Hotel Green Garden (Kuta Sur) |
Los alrededores habían cambiado bastante aunque aún seguían en pie muchas construcciones anteriores a 2004. Muchas veces hemos pensado acerca de la especulación inmobiliaria y el provecho económico que supuso la reconstrucción tras el tsunami. Ahora, en el lugar de pequeños mercados y barecitos con encanto, se alzan imponentes centros comerciales de lujo, supermercados y cadenas de restaurantes de conocida fama internacional. Parece como si el tsunami hubiese sido obra de la mano del hombre o que, al menos, tal desgracia le debió suponer un resarcimiento económico tal, que el beneficio posterior quizás les haya supuesto olvidar las muchas vidas que se perdieron.
Lo que no había cambiado nada era el encantador acceso del hotel a la playa por el Bali Dinasty Resort, atravesando parte de las cocinas y la lavandería, que desemboca en un pequeño templo de piedra por el que se accede al Paseo Marítimo a salvo de las hordas de turistas que atestan las estrechas aceras de la calle Kartika.
Playa de Kuta (Bali) |
Yo hubiera preferido alojarme en un lugar más tranquilo de cualquier otra playa de la isla, pero no me quejo. En esta zona de Kuta, más tranquila y con un turismo en su mayor parte de más de 60, había bastantes distracciones para Yayo y Macarena y, al fin y al cabo yo… había tenido también mi momento en Camboya.
Pasamos los últimos días de nuestras vacaciones vagando entre bares, playas y tiendecitas -yo me negué rotundamente a acceder a los Centros Comerciales pese a la insistencia de Macarena-. Y caminamos sin rumbo entre los turistas de Java, las masajistas de la playa y los surferos desmelenados.
Yayo y Macarena pescaron e hicieron body board. Comimos churros y todo lo comestible extraído del mar. Perdimos tiempo en los chill outs de la playa entre jóvenes en biquini y extrajeros achicharrados. Asisitimos a las procesiones del barong y a alguna ceremonia religiosa; y fisgamos en las decenas de bodas que se celebran cada día a orillas del mar de Bali. Puestas de sol, observar el aterrizaje de los aviones, un par de conciertos, helados y ojos como platos entre risas de los objetos que se ofertan en sus callejas.
Y así…en familia, terminamos la última visita de nuestras vidas -al menos de la mía- a la Isla de los Dioses.