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Camboya

Battambang – Phnom Penh: … Y llegó el caos

Casablanca, Dakar, Banjul, Colombo, Malé. Todas tienen en común el hecho de ser capitales de países en vías de desarrollo. Su tráfico, su densidad de población, su polución, la gente,… nada igual al caos de Phnom Penh.

Edificio de viviendas en el centro de Phnom Penh

A las 7:30 de la mañana el conductor de la minivan que nos llevaría a Phnom Penh esperaba puntualmente en la puerta del hotel en Battambang -por gentileza de la compañía- a que cargáramos nuestro equipaje para recoger al resto del pasaje en la oficina de la Calle 3. El trayecto nos costaba 8 $ por persona en un vehículo de no más de 9 plazas con wifi, cargador de móviles, asientos completamente abatibles, aire acondicionado y -lo mejor de todo- karaoke.

Vehículo para el transporte de pasajeros de la compañía camboyana Thero Express

Saldríamos a las 8:00 de la mañana y llegaríamos a Phnom Penh sobre las 14:00 – 14:30, dependiendo del tráfico a la llegada a la capital. Este servicio de la nueva compañía THERO Express tiene la ventaja de que no hace 938.450 paradas en las que suben y bajan camboyanos con sus pollos, sus sacos de arroz, el sombrero y, además, los asientos son numerados por lo que no vale meter a 6 personas espachurradas en dos asientos. Por otra parte, sólo realiza una parada a mitad de trayecto en una estación de servicio para tomar algo y hacer un pipí -aunque nosotros pedimos al conductor parar en un tramo del camino a comprar unas panochas hervidas de las que veíamos miles, porque se nos caía la baba en cada uno de los puestecillos del arcén.

Pequeña parada para comprar panochas

El camino era bastante mejor de lo que habíamos imaginado, aunque -no sé si por la amortiguación sin estrenar de la furgoneta- había tramos en los que no parábamos de dar botes. Por otro lado, la sensación de velocidad era vertiginosa, no sé si era real, o sólo era yo la que la percibía. Fue un viaje muy cómodo, a lo que contribuyó el hecho de que los asientos de detrás de los nuestros estaban vacíos y reclinamos los respaldos para dormir la primera mitad del trayecto.

El caso es que en cuatro horas llegamos a una ciudad atestada de motos, tuk tuk, y coches. Camiones, personas y vehículos cargados de mercancías y viajeros hasta los topes colapsaban la entrada a la capital de forma caótica y desordenada dejando con la boca abierta al más pintado. Y de todo el camino, esto fue lo más pesado: llegar desde la entrada de Phnom Penh hasta la oficina de THERO Express en el centro.

Calles de Phnom Penh

Cogimos un tuk tuk en la misma oficina que nos llevaría al Hotel G-eleven que estaba unas dos calles más abajo, más que nada por no andar entre el tráfico preguntando y cargados con el equipaje. Y, pese a que llegábamos a Phnom Penh más que prevenidos acerca de los rateros y los pequeños timos, se produjo la primera discusión nada más bajar del tuk tuk. El conductor, un chico joven, se dedicó a dar vueltas y vueltas a la misma calle durante un par de minutos, para terminar cruzándola y dejarnos en la misma puerta del hotel pidiéndonos por el trayecto 4$. Yayo se puso como un basilisco mientras le espetaba en inglés que era un sinvergüenza y que con aquellas maneras lo único que conseguirían sería acabar con el turismo occidental. No es que cuatro dólares sea mucho dinero, pero es que la oficina de autobuses estaba a escasos 300 metros del hotel. Le pagó 2$ y el conductor, sin replicar, con una media sonrisa y la cabeza gacha, se sentó junto a otros compañeros en la puerta del hotel.

Hotel G-eleven (Phnom Penh)

Nuestro Hotel se encontraba en Samdach Preah Theamak Ouk, y además de piscina en la segunda planta -requisito sine qua non-, y su gigantesca cama de 3 metros, era supercéntrico. Se encontraba junto al Palacio Real, el paseo junto al Río Mekong, el Mercado nocturno,… su precio era de 30$ por noche incluido el desayuno.

Vistas de los tejados de Phnom Penh desde la habitación del Hotel G-eleven
Palacio Real de Phnom Penh

Tras registrarnos y dejar las maletas, nos acercamos a comer a un KFC en Preah Norodom Bulevard -muy cerca del hotel- con la idea de visitar esa misma tarde el Palacio Real que -creíamos por lo que habíamos leído que cerraba a las 17:00-. Bajo una lluvia a cántaros, nos acercábamos a la entrada, mientras por el camino, con voz socarrona íbamos escuchando a todo el que se cruzaba con nosotros… “Royal Palace… closed” ¡No podía ser! Eran las cuatro y en todos los sitios habíamos leído que cerraban a las 17:00. Pues sí, si era así. El horario del Palacio Real es de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 16:00. Vamos, que se matan. De todas formas, no hubiésemos podido entrar porque íbamos en pantalón corto y las normas de acceso establecen que se deben llevar pantalones largos y hombros cubiertos (y aquí no vale un pareo a modo de echarpe). Así que te tapas, o no entras. Aunque hay una tercera opción, que es comprar un pantalón azul de “fontanero antiguo” y una camiseta blanca de algodón en la puerta por 3$ cada uno. Con los niños, sin embargo, el tema es más relajado en torno a la indumentaria y pueden llevar pantalón corto y camiseta sin mangas.

Y como el Royal Palace estaba cerrado, decidimos dar un paseo por la orilla del Mekong para ver la magia de su unión con el Tonle Sap, ya que había escampado.

Donde el Tonle Sap se une con el Mekong en Phnom Penh
Samdach Sothearos Bulevard y Royal Palace Park

Quisimos acercarnos al Mercado Central caminando -como debe ser- en medio del tráfico y la polución con el “uno, dos y tres, ahora” como solución para cruzar una calle; y por el camino encontramos a un extranjero “occidental” que con un aire de Emidio Tucci empujaba un carrito ambulante de crepes. Yo no sé qué demonios hacía ese joven allí. Hablaba tres o cuatro idiomas y hacía unos crepes al estilo francés de canela cuyo aroma inundaba toda la acera. Estuvo hablando con Macarena en francés, inglés y castellano y… sorprendido, alabó la correcta pronunciación de la niña en sus dos idiomas no maternos. Seguimos hacia el Mercado Central, entre el tráfico, el humo, los charcos y la gente, pero al final nos detuvimos en Phsar Kandal, un mercado local rodeado de cientos de puestos de los alimentos crudos y cocinados más raros que hayamos visto en nuestra vida. Tortugas abiertas boca arriba, pinchitos de rana, rambután, durión, pescado, pollos negros,… Íbamos tan absortos mirando cada uno de los puestos que ni nos importaban los charcos negros y pestosos en los que íbamos metiendo los pies enchancletados. Ahora que lo pienso ¡Me da un asco!

Compramos unas cortezas de cerdo y unos torreznos y decidimos tomar un tuk tuk camino al Mercado Ruso. Pero ¿No íbamos al Mercado Central? Pues sí, pero el bullicio de Phnom Penh nos distrajo y terminamos sucumbiendo al caos de la ciudad. Macarena hubiera querido subir en un rickshaw, pero me dio miedo que en aquel transporte, diseñado para un sólo pasajero, terminásemos perdiéndonos en el caos circulatorio de aquella ciudad. Así que, tuk tuk para todos por 3$ y… al Mercado Ruso que, por cierto, cierra los viernes, es decir, que estaba cerrado.

Aún así no nos importó y dimos una vuelta por sus alrededores volviendo a disfrutar de la magia de los olores, sus puestecillos, la suciedad y sus colores. Compramos algunas cosillas en las tiendas de los chinos de los alrededores, de las que colgaba el cartel Fixe Price ¡Qué alivio! Y, tras esperar en el KFC que macarena tomara una hamburguesa de pollo, nos acercamos a cenar a un puestecillo de pescado y marisco en uno de los laterales del mercado.

Tuk tuk en Phnom Penh

Al marchar, era bastante de noche, y cogimos un tuk tuk de vuelta con el que terminamos cerrando la excursión del día siguiente a la Prisión Tuol Sleng y a los Campos de Exterminio Choueung Ek por 15$.

En realidad, es fácil encontrar un conductor en la puerta de los hoteles las 24 horas del día – son autónomos, pero es como si estuvieran adscritos a los servicios de ese hotel- y, en los mostradores de recepción normalmente existe una lista -orientativa- de lo que se paga por cada trayecto. Pero, claro, es más fácil realizar el trato en la calle a precios inferiores. Así que por los trayectos del día siguiente por los que hubiéramos tenido que pagar 20$, negociamos un pago de 15$.

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