
En el poblado flotante de Chong Kneas (Camboya) las calles son líquidas y las casas se balancean al vaivén de las aguas del Lago Tonlé Sap, el más grande del Sudeste Asiático.
La mayor parte de sus habitantes no vive aquí por propia elección, sino que se trata de personas de etnia vietnamita que perdieron todos sus derechos, incluso el de poseer una casa en tierra firme, cuando fueron deportados en los años 70 por el régimen de los Jemeres Rojos. Son muchos los que tienen una opinión negativa de este sorprendente lugar por el trato de «las mafias» que gestionan el embarcadero y los timos de los barqueros río arriba. El quid para disfrutar de esta experiencia única es jugar en la misma liga y aceptar bromas… las justas.
Poblado Flotante de Chong Kneas (Siem Reap – Camboya) |
El vuelo de Kuala Lumpur con destino a Siem Reap (Camboya) salía a las siete de la mañana. Nos tuvimos que levantar a las 3:30 para estar con dos horas y media de antelación en el aeropuerto. El mismo conductor que nos recogió a nuestra llegada a la capital Malasia, esperaba puntual a las cuatro de la mañana en la puerta del hotel, para recorrer la hora y media de trayecto -ahora sin tráfico en las calles- que aún nos quedaba hasta la terminal KLIA 2(vuelos de bajo coste con destino a Asia) del aeropuerto de Kuala Lumpur.
Después de un frugal desayuno (o cena) en un Starbucks y los pertinentes trámites de facturación, pasaportes, controles de seguridad y todo lo que se puede hacer ojeroso, y cansado a las 5:00 ó 5:30 de la mañana, caímos literalmente en un estado de inconsciencia familiar nada más subir al avión. Lo que supuso que, nada más aterrizar en Siem Reap, tuviera que correr una maratón para rellenar los formularios de Aduanas que te exigen a la llegada al aeropuerto, mientras que Yayo buscaba medio adormilado los visados de entrada a Camboya.
![]() |
El tubo para transporte de cañas que siempre nos acompaña (Imágenes de viajes a Camboya, Senegal y Maldivas) |
Y, la primera…en la frente ¡Las cañas no habían llegado! ¿Las cañas? Sí, sí, el portacañas con las cañas de pescar con el que siempre viajamos y que se factura como “equipaje especial” (de la misma manera que se hace con los palos de golf o las tablas de surf).
He mencionado en más de una ocasión la afición de Yayo por la pesca. Así que solemos planificar nuestras vacaciones haciendo coincidir los últimos días en algún destino de playa donde él suele perderse en alguna pequeña embarcación local. Lo que creo no haber contado nunca es la limitación que el transporte del material que necesita supone en nuestro equipaje. Siempre llevamos dos bolsas para los tres y una especie de tubo para transportar las cañas (las de surfcasting, las de altura, las de patatín y las de patatán); pero ¡claro! El cañero sólo transporta cañas de pescar, y no sólo de cañas vive el pescador. Así que la mitad de el equipaje está ocupada con carretes, señuelos, anzuelos, hilos y hasta ¡plomos! Con lo que hay que ajustar el equipaje al milímetro para poder transportar lo importante, lo necesario y aún dejar sitio para las pequeñas compras a la vuelta, sin exceder el peso permitido para el equipaje en los aviones.
![]() |
Pequeña muestra del material de pesca que solemos llevar en el equipaje. |
Luego, cada uno lleva su pequeña mochila con documentación y su cámara, tablet o libros a la espalda, con lo cual, uno de los mayores lleva siempre dos manos ocupadas, mientras al otro aún le sobra una mano para poder llevar cogida a Macarena en los aeropuertos. En alguna ocasión contaré cuando, en el tránsito de Lisboa, de camino a Senegal, me retuvo la policía por confundir en el escáner el pistolete de un fusil de pesca con un arma de fuego.
![]() |
Terminal de llegadas internacionales en el aeropuerto de Siem Reap |
Como iba diciendo, las cañas de pescar no habían llegado, así que tuvimos que llevar a cabo los trámites para la correspondiente reclamación entre los sapos y culebras que Yayo soltaba por la boca (en todos los viajes, siempre se pierden el portacañas en alguno de los trayectos aunque, hasta hoy, siempre vuelven a aparecer).
Entre el retraso en el control de pasaportes, la espera hasta que salió la última de las maletas y la demora por la reclamación, al salir, nadie nos esperaba.
En algunas ocasiones, si el precio que oferta el hotel para el traslado del aeropuerto, se asemeja al que hemos leído en otros blogs es el que se está pagando de forma habitual, y para evitar los regateos y las discusiones tras un cansado viaje, solemos contratarlo con el alojamiento. Y en Siem Reap, eso fue lo que hicimos. Pagaríamos 7$, pero… el conductor no se presentó y, si lo había hecho… ya se había marchado. Así que allí nos encontrábamos, entre taxistas y conductores de tuk-tuk que “prudentemente” -y todo hay que decirlo, porque hay aeropuertos en los que te quitan prácticamente las maletas de la mano- nos preguntaban si necesitábamos de sus servicios.
![]() |
… De camino al Hotel |
Como el chico que nos había atendido en la ventanilla de equipajes extraviados, había sido muy amable, me acerqué de nuevo a la ventanilla para pedirle que si por favor, podía llamar a nuestro hotel y, ya puestos, solucionar nuestro problema con el conductor; pero, en lugar de eso, marcó el número del hotel en su móvil y me lo pasó. ¡Dios mío! Mi inglés no es ni bueno, ni malo, ni fluido, ni espeso, pero es que ¡No entendía nada! Y es que en Camboya tienen una manera muy extraña de pronunciar en inglés – a parte de que no todo el mundo lo habla-. Sustituyen la TH por T y la PH por P, y además le dan una entonación con frecuencia ininteligible. Así que me limité a repetir una y otra vez “Ángel Prada, driver, airport” “Ángel Prada, driver, airport”!!!
Y después de un ratito, allí se presentó un chico joven en un tuk-tuk preguntando por nosotros.
![]() |
Calles de Siemp Reap |
El aeropuerto de Siem Reap está realmente cerca del centro de la ciudad. A unos cinco minutos quizás. Pero… ¡Íbamos en la moto-remolque más lenta de todo Camboya! Espachurrados entre maletas y mochilas, atribuimos la lentitud al exceso de peso del que tenía que tirar la moto. Y, así llegamos.
![]() |
Banyan Leaf Hotel – Siem Reap (Camboya) |
Nuestro Hotel, Banyan Leaf Hotel era genial. Con una entradita dispuesta entre dos estanques con peces y plantas, luego se abría hacia una piscina. Un salón-comedor de mesas y sofás, se situaba un poco más al fondo de una pequeña barra de bar y la recepción. Y la habitación, en el primer piso, cómoda, limpia, con una king size, aire acondicionado y una cama de matrimonio sólo para Macarena. Además, la conexión wifi funcionaba a la perfección en cualquier zona del establecimiento. Estaba muy bien ubicado, a unos cinco minutos andando de Pub Street Area -el centro de Siem Reap- y el personal, jovencísimo y encantador. Pero lo mejor era el precio: 23€ por noche para los tres con el desayuno.
![]() |
Banyan Leaf Hotel – Siem Reap |
Puesto que al día siguiente teníamos planeado comenzar nuestra visita a los Templos de Angkor, decidimos que esa tarde iríamos a visitar el Poblado Flotante de Kompong Phluk, menos turístico aunque más lejos que Chong Kneas. Pero en el hotel nos dijeron que las lluvias este año habían sido escasas y que no podríamos disfrutar del lugar en su esplendor. Los barcos no podrían llevarnos hasta allí. No veríamos nada.
En muchos blogs de viajes que tratan el tema Chong Kneas, las opiniones eran fatales; sobre todo por lo exagerado del precio para su visita y por el regateo feroz con los barqueros que han de llevarte Tonlé Sap arriba hasta el pueblo flotante. Una familia con un niño, como nosotros, contaba que, para evitar regatear primero con el conductor, luego con el barquero y luego con el otro y el de más allá, habían contratado el paquete completo (el transporte, la entrada y la visita) por unos 5$ más. Eso fue lo que hicimos nosotros. Y no tuvimos que marearnos mucho. Hablamos con la recepción del hotel, y a la 13:00 ya teníamos al conductor en la puerta con una nevera de playa llena de agua fresquita para el camino. El precio total sería de 18 $ por adulto y 9 $ por Macarena. Total 45 $ (unos 40 €).
![]() |
Imagen satélite del Tonlé Sap. Fuente http://www.wikiwand.com/eu/Kanbodia |
El Lago Tonlé Sap es la mayor extensión de agua dulce del Sudeste Asiático y fue declarado por la Unesco como Reserva de la Biosfera en 1997. Su nombre significa en jemer “lago de agua fresca”. Durante la estación seca, el lago es pequeño, con 2.590 kilómetros cuadrados de extensión y tan sólo un metro de profundidad. Pero durante los monzones ocurre un fenómeno que sólo puede contemplarse en dos lugares del mundo: aquí y en Egipto con el Nilo: los ríos Sap y Mekong invierten el sentido de la corriente y, en lugar de arrojar agua al Océano Pacífico, devuelven el agua al Norte. Este fenómeno se debe a la abundancia de lluvias entre junio y diciembre, lo que crea un crecimiento del volumen de las aguas que, literalmente, son rechazadas por el mar y buscan un lugar donde extenderse, y esto sucede en el Tonlé Sap, que entonces aumenta diez veces su tamaño.
Tonlé Sap (Camboya) |
El Poblado de Chong Kneas, en el Tonlé Sap, se encuentra a 17 kilómetros de Siem Reap y se tarda unos 40 minutos en llegar (como ya he dicho, nosotros -calculo- que tardamos el doble). Pero el paseo, baches, polvo y humaredas de vehículos aparte, es agradable porque, además de permitir observar la vida cotidiana de los habitantes de las aldeas cercanas a la carretera, te deja sentir la brisilla de viajar en un vehículo descubierto, lo cual, con tanto calor, es más que reconfortante.
Carretera de Siem Reap al embarcadero del Tonlé Sap que conduce a Chong Kneas |
Después de un buen tute, llegas a una explanada polvorienta con cuatro casas de bambú medio desarmadas y una pequeña edificación de ladrillo que no se entiende muy bien qué es. Es cómo encontrarse en la caseta de obras de una autovía en construcción, bajo un sol de justicia y una carretera a ninguna parte a medio asfaltar. ¡Hala, pues aquí! Entras en la casa de obra y ya comienza el asalto: que si quieres postales, que si quieres cocos, que si agua,… Lo mejor para mí es “dejar de entender” inglés. A Yayo, como es sordo, aunque le agobia, le da más igual, mientras no lo agarren…
Escalera al embarcadero del Tonlé Sap |
![]() |
Barcaza del primer tramo a Chong Kneas |
![]() |
Pescadores a orillas del Tonlé Sap |
Así que, después de unos 20 minutos, calculo – ya hacía un par de días que me había quitado el reloj de la muñeca y lo había guardado en la bolsa de aseo – , llegamos al lago y… el barco encayó. De pronto, comenzaron a llegar barcas pequeñitas y los barqueros comenzaron a subirse a nuestro barco y allí ¡Comenzó la fiesta!
El capitán del barco, se volvió hacia nosotros y nos dijo que el nivel del lago era muy bajo, que él no podría llevarnos hasta Chong Kneas, así que si queríamos visitarla, tendríamos que subir a la barca de un aldeano y pagar 10$ por la visita. Así que el tumulto que había en el barco era “venid conmigo, yo os llevo, con él no, conmigo, me toca a mi”. La verdad es que yo no entendía muy bien lo que pasaba porque allí la mejor que hablaba inglés yo creo que era Macarena, pero intuía – por la que se lió- lo que allí estaba pasando. Y, mientras tanto, Peng Se seguía mudo.
Pequeñas barcas asaltan a las barcazas de turistas |
El patrón, que habla con el conductor en jemer, los de las barcas que se van bajando para dar la brasa a otra barcaza y Yayo que no, que no paga nada más. Que le ha costado la visita al poblado 45$ y que el patrón lo estaba dejando a mitad de camino, que eso no es lo que había contratado en el hotel, así que no pensaba pagar ni un sólo dólar más de lo que ya había pagado. De pronto, allí el rápido conductor que desenfunda su móvil y hace una llamada y… ¡Me pasa el teléfono! ¡Dos veces en un día!¡No me lo podía creer! Pues venga, a hablar “como los indios”. Yo, Dios mío, no sé cómo nos entendimos, el caso es que el acuerdo fue que nosotros adelantáramos el importe de la barca pequeña y, a la llegada al hotel, nos reembolsarían lo que hubiésemos pagado de más. Ufffffff!!!!!!
![]() |
Pequeña embarcación para visitar Chong Kneas |
En el Colegio se puede leer: «Arroz ´de caridad´para ayudar a la gente pobre» |
Según la Organización para los Derechos de las Minorías (MIRO), al menos 630.000 camboyanos de la etnia vietnamita habitan en casas flotantes, relegados a una vida en los ríos por carecer de documentos.
La cara menos amable de Chong Kneas |
La población vietnamita permanece en un limbo legal que les priva de varios derechos, como la educación. No cumplen con los requisitos de las leyes de nacionalidad e inmigración y se ven afectados por la situación política y la historia entre Camboya y Vietnam. La mayor parte, no vive sobre el río por elección propia. Son apátridas a la fuerza. En Camboya, rige el ius sanguinis – es decir, que la nacionalidad se adquiere por la procedencia de los progenitores -. Según este principio, se exige que ambos progenitores posean la nacionalidad camboyana y poder demostrar que la residencia en el país es legal, para poder adquirir la condición de ciudadano, pero muchos vietnamitas perdieron las pruebas de su origen camboyano durante el régimen de Pol Pot y los Jemeres Rojos, entre 1975 y 1979.
Los Jemeres Rojos fueron artífices de uno de los mayores genocidios del siglo XX en el que murieron, en menos de cuatro años, unas dos millones de personas. Los Jemeres Rojos, obsesionados por la pureza racial, persiguieron a las minorías étnicas a las que no consideraban verdaderos khmers y deportaron a la mayor parte de los camboyanos de origen vietnamita, lo que les salvó la vida, pues los que permanecieron en el país -unos 20.000- murieron a manos del ejército de Pol Pot. Años después, cuando retornaron a Camboya, fueron considerados inmigrantes ilegales y, sin pruebas que demostraran su origen camboyano, perdieron todos sus derechos.
Sólo puedo decir que a nosotros nos impactó y que, yendo prevenidos y poniéndonos serios con las tretas de los que manejan el negocio de Chong Kneas se puede disfrutar de una inmersión en la esencia de estos poblados extendidos por todo el país.