A medio camino entre Vientián, capital de Laos, y Luang Prabang, Patrimonio de la Humanidad, se encuentra Vang Vieng, conocida mundialmente por la actividad del tubing, su vida nocturna y el, hasta hace poco, consumo excesivo de todo tipo de drogas. Dicen, y es verdad, que Vang Vieng es mucho más que sólo el tubing, pero yo no me voy a andar por las ramas: yo fui a Vang Vieng para hacer tubing.
Fundada en el siglo XIV, Vang Vieng, más que una ciudad, era parada obligatoria en la ruta entre Vientián y Luang Prabang. Posteriormente, fue dotada de infraestructuras durante la Guerra de Vietnam, ya que los americanos construyeron allí una base aérea. Finalmente – y por lo que se hizo famosa mundialmente-, se convirtió en un destino de mochileros jóvenes que, a refugio de su relativo aislamiento, se ponían hasta arriba de alcohol y drogas, mientras morían “a porrillo” haciendo el indio en el río durante sus impresionantes colocones.
Pero ¿Qué es el tubing?
El tubing consiste básicamente en subirse a la cámara de un camión y dejarse llevar por la corriente río abajo.
Vang Vieng está ubicada en la ribera del Río Nam Song, un afluente del Mekong.
En el año 1999, el dueño de una granja, compró unas cámaras de camiones para que sus empleados las utilizaran como flotadores y se relajaran flotando sobre el río; y éste fue el origen del tubing en Laos.
Desde entonces, los mochileros, pioneros en la exploración del Sudeste Asiático, comenzaron a llegar atraídos por el tubing, lo que supuso un desarrollo de la ciudad para satisfacer esta demanda turística y la ciudad se llenó de hostels baratos, puestecillos y restaurantes de comida rápida y cerveza barata –Beer Lao-, series de moda en Occidente y droga, mucha droga.
Las drogas y el alcohol en Laos
Laos es uno de los principales productores de opio a nivel mundial. Así que, a demanda de los primeros visitantes de Vang Vieng, se generalizó la oferta de opio, setas alucinógenas, pizzas con sorpresa y heroína. Los desfasados turistas comenzaron a alquilar flotadores para bañarse en el Nam Song y, a su calor, la ribera del río se llenó de bares con suculentas ofertas de bebidas alcohólicas de escasa calidad.
Los jóvenes eran llevados con sus flotadores a la parte alta del río y, a medida que iban avanzando, les iban tirando cuerdas a las que agarrarse para hacer una parada en los bares ribereños y beberse unas cuantas cervezas o un bucket gigante de diferentes mezclas alcohólicas.
Los bares contaban con tirolinas, columpios, trampolines y cuerdas para hacer el burro tirándose al río. De hecho, se hacían competiciones por ver quien realizaba el salto más arriesgado. Pero, como los colocones no casan bien con los juegos de agua, sobre todo teniendo en cuenta que esta parte del río tiene multitud de zonas rocosas que afloran sobre todo en temporada seca, lo menos que te podía pasar era hacerte un moratón, una herida o partirte una pierna.
Hubo muchas muertes. Cada año se contabilizaban al menos una treintena de turistas muertos.
Las muertes en Vang Vieng y la solución al problema
Los habitantes de Vang Vieng, que habían visto alterada su apacible vida, y diferentes países, comenzaron una campaña contra los accidentes y las muertes de turistas extranjeros. Un documental australiano, que denunciaba los excesos y las muertes de jóvenes, en marzo de 2012, dio el toque de gracia para que el Gobierno atajara el problema, y así, en agosto de ese mismo año, se demolieron los bares ribereños, se retiraron gran parte de las licencias de las agencias de aventuras y se prohibieron las drogas –que, en realidad ya estaba prohibidas con anterioridad; aunque ahora comenzaban a tomarse en serio el problema-.
La ciudad tuvo que reinventarse de la mañana a la noche y, en menos de cinco años, los habitantes de Vang Vieng han sabido sacarle partido a su entorno natural de campos verdes, montañas de piedra caliza, cuevas y lagunas naturales.
Hoy, el turismo predominante en Vang Vieng está enfocado más a las actividades y deportes al aire libre: trekking, escalada, kayaking, tirolinas,… Ya quedaron atrás los excesos del pasado. Vang Vieng ha renacido.
No obstante, el tubing es una actividad que se sigue llevando a cabo, aunque ya sin excesos. Y nosotros queríamos probarlo.
Fuimos a hacer tubing en Vang Vieng
Con tanto trasiego en el camino desde Vientián, llegamos tarde a Vang Vieng. El autobús nos había dejado en una ghesthouse de la carretera principal, a tan sólo cinco minutos andando de nuestro Hotel –Hotel Lao Haven-. Era estupendo y sólo costaba 25€ la noche.
Lo primero que hicimos fue ir a comer algo en un chiringuito un poco marranete que nos deleitó con una comida buenísima: arroz, pizza y bocata (8€). La verdad es que Vang Vieng es de los lugares más baratos que visitamos en Laos. Y de los bocatas, hablaré más adelante. Las chicas del restaurante eran un poco lentas así que, entre pitos y flautas, se nos hizo tardísimo.
Para el tubing hay que ir a la “otra” calle principal del pueblo. En realidad, sólo hay dos calles en Vang Vieng: la carretera principal y la calle principal. Pues bien, la oficina del tubing está en la calle principal, frente al banco. El último tuk tuk que te recoge en la agencia y te lleva hasta el inicio de la actividad, río arriba, sale a las 16:00 horas ¡Y ya eran las 16.30!
Hablé con el dueño y finalmente, accedió a que nos recogiera un vehículo para llevarnos al punto de partida. La actividad cuesta 55.000 LAK (5,5 €) e incluye el neumático, el chaleco salvavidas –obligatorio- y el transporte de ida y vuelta; además te acompaña un “cuidador-monitor” durante todo el trayecto que dura, aproximadamente, una hora.
El tuk tuk, tras adentrarse en una pequeña aldea, te para en la orilla del río donde te pones el chaleco y aseguras tus pertenencias en una bolsa estanca de las que venden miles en las calles de Vang Vieng. Bajas unas escaleritas y ¡A la aventura!
No diré que no se trata de una actividad peligrosa porque, en el río, entendí porque se ahogaba la gente y eso que yo no bebo ni cerveza.
Como no sabíamos muy bien de qué iba la cosa, Yayo quedó pendiente de Macarena y el monitor que venía con nosotros no debió darse cuenta de lo torpe que yo era. Así que hala, todos para el río corriente abajo.
Atravesamos el primer rápido y, tras golpearme en el culete con un par de piedras, aprendí que debía subirlo en la siguiente escalada de corriente. Y eso fue lo que hice, pero con tan mala suerte que me quedé en el remolino de detrás de una roca: uno, dos, tres… pasaron los demás y yo me quedé allí dando vueltas; así que pensé, “bueno, ahora me toca hacer sola el recorrido”.
Veía los tres neumáticos alejarse río abajo y yo me vi allí, sola, dándole que te pego a los brazos pero sin moverme. Y de pronto Yayo comenzó a gritarme: -“Rema, rema”. Pero no me llegaban los brazos hasta el agua para tomar impulso. La verdad es que yo seguía allí tranquila pensando… «bueno, ya llegaré, alguien vendrá a recogerme», pero vi que Yayo venía nadando hacia mí y no paraba de gritarme y, como le vi la cara tan descompuesta, pensé “Ya la he cagado”.
Así que decidí hacer lo que me decía, que básicamente era: -“Rema, rema”. El flotador iba de un lado a otro y, como daba vueltas, pues yo unas veces remaba para un lado y otras para otro, según donde me llevara el agua, pero estaba comenzando a cansarme mucho y estaba acabando con la paciencia de Yayo. Uffff me sentí más torpe… En realidad lo soy y, menos mal que sólo estábamos nosotros, porque me sentía más inútil.
Yo, la verdad, es que no le hubiera dado tanta importancia. Me hubiera quedado allí y ya vendría alguien. Pero, un último empujón, y la corriente me sacó del remanso. Por fin, eché a navegar de nuevo.
Yayo, que no había podido remontar más hacia el salto de agua, estaba cogido a una rama de la orilla y se acercó hasta mí nadando para cogerme de los pies y que no volviera a soltarme. Y allí, me dejé morir ¡Qué cansada estaba!
Como vi que, entre la go pro y cogerme para que no volviera a hacer de las mías, a Yayo no le quedaban manos, le dije: “Si quieres te llevo yo la cámara”, pero muy serio me miró y me dijo: “No. Tú la pierdes seguro”.
Ahora me río, pero al verlos a todos tan preocupados y tan serios, me dio susto. Sin embargo, yo veía a Macarena nadando alegremente de un lado a otro de la orilla controlando su flotador como si hubiera nacido en el Nam Song.
A pesar de todo, Yayo no quitaba ojo a Macarena y, en un tramo que decidió cogerla a ella, me volví a alejar de ellos, pero ahora hacia la otra orilla del río, la que no era. Y, de pronto, la corriente me arrastró pero ahora fuerte fuerte río abajo. Mi flotador no paraba de dar vueltas y los pude ver de nuevo lejos pero corriente atrás. Tenía al monitor loco, el pobre.
Encima que era tarde, debía estar dándole el día y aquello no terminaba nunca. Y así, entre tumbo y tumbo, llegamos a la escalera de un bar, el único que queda ya en Vang Vieng, desde donde me rescataron con una cuerda y me hicieron bajar del flotador. Los pies comenzaron a hundírseme en el fango de la orilla y ¡Me pegué un castañazo contra el hormigón de la escalera!
Macarena subió entusiasmada ¡Quería más! Yayo tenía la parte posterior del brazo quemada del roce con el flotador y yo… yo no tenía ni aliento.
En aquel bar a la orilla del río pudimos hacernos una idea de lo que el tubing significó algún día para el turismo de Vang Vieng.
Los jóvenes rezagados de la marcha del día bailaban mojados aún la estridente música electrónica sosteniendo enormes cubos de alcohol y comiendo patatas fritas.
Subieron los neumáticos al tuk tuk. Subimos todos al tuk tuk. Y, oscureciendo, llegamos al Hotel.
Si quieres ver con exactitud cuál es la actividad de la que hablamos, puedes ver un video en otra de nuestras entradas.
14 comentarios
Veo que os divertisteis de lo lindo. Eso del tubing es muy tentador pero pienso yo que es para valientes yo soy una miedicas. Un beso y feliz domingo.
Fue muy divertido Vicensi, pero porque yo voy con superman y cat woman porque sola tampoco me hubiera atrevido Jjjjjjjj. Un besazo
Ja, ja, ja, ja Imaginarte dando vueltas en medio del río en ese neumático es de lo más cómico. ¡Cualquiera te da a ti una canoa o una lancha! 🙂 Yo con el agua (como los gatos) tampoco me llevo muy bien. Parece que hay un paisaje muy chulo por allí, ¿no? Eso sí, ese ambiente mochilero de adolescentes que sólo piensan en fiesta y borrachera me tira para atrás. Lo de comer en los chiringuitos chungos es lo más acertado, porque es dónde mejor y más barato se come, y encima te mezclas con los autóctonos. ¿Qué más pedir?
Me he reído mucho.
Un fuerte abrazo Macarena!!
Uy Lízar, ahí que andaba yo venga a dar vueltas, venga a dar vueltas y tan tranquilita, pero como vi la cara de descomposición de Yayo gritándome, me acojoné. Pero vaya, que esta es una de tantas. En Maldivas, Yayo me llevó un flotador jajajaja para que no me cansara buceando en el arrecife y ¡Me quemé el culo! Mira que soy «renegra» pues no podía ni sentarme ¡Pobrecitos! Los llevo a veces como cuando vas con tu abuela del brazo para que no se caiga y se rompa la cadera. Pero yo… tan normal. Son ellos los que al alarmarse me hacen pensar a mí que qué estoy haciendo.
El paisaje de Laos es precioso. Es una de las cosas más bellas que tiene el país. Y no, no hay un ambiente chungo en Vang Vieng, al contrario, es un lugar distraído que recomiendo.
Un abrazo!!!!
Me ha recordado cuando era niña y usábamos en el pantano los neumáticos de un camión para ir por el agua. Qué divertidas son esas cosas. Un beso
Pues eso es Asunción, pero dándote con el culete en las piedras con los rápidos y quedándote atascada en los remolinos. Más o menos, jajajajaja.
Un besazo
Hola, Macarena. ¡¡De verdad que carácter más tranquilo tienes, yo me hubiera muerto del susto!! Pero es que yo no soy mucho de aventuras, las vivo a través de los libros (ya sé que no tienen el mismo encanto, pero qué le voy a hacer) y todo lo que tiene relación con el agua me da muchísimo respeto.
Qué maravilla de experiencias estáis compartiendo con vuestra hija!!
Un beso enorme a los tres
Hola Chari,
¿Sabes? Yo digo que Yayo es como Kevin Costner en «Waterworld» y que tiene branquias y membranas en los pies. Es un excelente nadador, pescador, buceador. De hecho, ése es el motivo de su sordera. Así que estando con él no me da miedo el agua; ahora bien, yendo yo sola, la cosa sería distinta. Pero lo que sí que es cierto es que soy muy serena y son pocas las cosas que me hacen perder los nervios, pero las hay, que conste. Quizás más en las relaciones interpersonales, para lo que me considero bastante desastrosa.
Espero que Macarena quiera seguir viendo con nosotros por tiempo porque a veces ya protesta.
Besos gigantes.
No sé por qué me estaba pareciendo a mí que eso del tubing era una actividad muy tranquila, ¡de tranquila no tiene nada! Entiendo que te sintieras torpe, pero segurísimo que no eras la primera persona que se quedaba atascada en un remolino. Pufff no sé si yo, después de haberte leído, me animaría a probarlo. Además, eso de que no te lleguen los brazos al agua lo bastante como para remar, también tiene su problema. Tú dices que eres toprpe y yo soy una «cagueta» jajajajaa.
Me alegro de que al final se tomaran en serio eso de controlar el consumo de drogas y alcohol. Es terrible que tantos turistas, aunque alocados e imprudentes, murieran en lo que debería haber sido una actividad divertida. En fin, ahora hacen balconing… 🙁
Una entrada muy interesante, Macarena. ¡La de cosas que os pasan! :))
Besitos de lunes.
¡Eso es, Julia! Me refiero a lo del balconing. Que siempre hay irresponsables y que es una auténtica pena perder la vida tan joven por el alcohol, las drogas y esas imprudencias.
Lo del tubing… pues ¡Eso creía yo! De hecho, yo estuve tan tranquilita todo el tiempo, era Yayo que estaba descompuesto conmigo!!!! Yo iba dando tumbos de un remolino a la orilla, de la orilla a la otra orilla, del rápido al remanso… y yo… pues tan normal; era él el que estaba nervioso, creo que porque verdaderamente veía el peligro, pero vaya, que yo disfruté; aunque el otro día, capturando las fotos del video (porque evidentemente no hice fotos) se le oye decir al pobre «Yo no estoy disfrutando tan pendiente de tu madre» jajajajajaja ¡Lo tuve mártir!
Y ¡Por cierto! Todavía no fue la última de Laos jajajajaja ¡Vaya viajecito!
Besotes
Justo cuando estaba pensando que río, opio y alcohol no era una buena combinación llegué a la parte de tu artículo que habla de esas muertes. Desde luego, si es triste morirse hay formas de hacerlo que lo hacen aún más tragicómico.
¡Pues esto lo he hecho! Fue en Cancún, cuando me casé. No recuerdo el nombre del lugar, aunque creo que es famosillo. La verdad es que es relajante dejarte llevar por las aguas, ahí tumbado.
¡Ay! Ya se acercan las vacaciones.
Me ha encantado, Macarena.
Un fuerte abrazo!!
¡Hombre! Menos mal que hay alguien que ha disfrutado de la misma experiencia!!!! Porque la abuela por poco me mata cuando vio a Macarena en medio de un río de Laos.
Lo que ocurrió en Laos con el tubing y las desfasadas fiestas es lo que está ocurriendo hoy con el balconing, lo ha dicho Julia en su comentario, y es verdad. Y lo cierto es que es una auténtica pena viajar para eso, por no decir ya perder la vida o quedar parapléjico. Es verdad que cualquiera puede tener un accidente, aunque otra cosa es ponerte en riesgo. En fin, que de gente así está el mundo lleno.
Y que sepas que yo ya tengo los billetes jejejeje.
Besotes
Qué bonito viaje!! Me ha encantado! Este verano voy a Vietnam e Indonesia, y tu entrada me ha hecho tener muchas ganas de que llegue el día ya!! No sabía lo que era el tubing!! :)) un viaje muy completito!!!
Un besito, me quedo por aquí para leerte 🙂
¡Hola María!
Indonesia… ideal; pero es que Vietnam y yo no nos llevamos muy bien. Siento reconocer que no me gustó nada. Aunque sus paisajes son bellísimos, no sé, no tiene el encanto del resto de paises del Sudeste Asiático, pero hay muchos otros que no piensan como yo, igual a ti te enamora el país. Te deseo un viaje fantástico. Y muchas gracias por el comentario. Un beso.