Creo que es uno de los mayores disgustos que he tenido en uno de mis viajes. El móvil es algo que todo el mundo aprecia, algunos guiados por un excesivo celo hacia sus posesiones materiales y otros, como es mi caso, por la cantidad de información que guardo en él. Nada más aterrizar el Laos, mi móvil desaparece durante 24 horas, pero sorprendentemente pude recuperarlo tras una rocambolesca historia.
En la entrada anterior, comenté que fue al llegar a la Gran Estupa de Pha That Luang, cuando me di cuenta de que no llevaba el móvil. Sin llegar a entrar a ver la Estupa de Oro, corrimos hacia el tuk tuk que habíamos contratado porque creí recordar que podría haber dejado el móvil en el baño del Centro Comercial Talat Sao cuando entramos a usarlo.
El tuk tuk nos paró en el Centro Comercial –quizá podría tener suerte, al fin y al cabo el Centro Comercial estaba cerrado ya cuando entramos-. No quedaba allí nadie más que un par de chicas contando el dinero de la caja diaria.
Desde que me había subido en el tuk tuk, las lágrimas que ahogaban, así que no podía articular palabras coherentes, pero Macarena me ayudó. Comenzó a hablar con las chicas y a explicarles lo que había pasado y éstas hicieron lo posible por ayudarnos, pese a que no entendían mucho de lo que les estábamos diciendo. Nada. No había móvil y tampoco había posibilidad de recuperarlo. En el Centro Comercial no quedaba nadie y la única solución era volver al día siguiente e intentar acceder a las cámaras de seguridad.
Con la previsión de que fuera imposible acceder a las cámaras la mañana siguiente, nos acercamos a comisaría, que estaba muy cerca de nuestro hotel, a interponer una denuncia. Pero allí, tampoco había nadie y, los que estaban, no hablaban inglés. Anduvimos a solas arriba y abajo por las escaleras y pasillos de la comisaría bajo la mirada extrañada de alguna persona con la que nos cruzábamos; pero nadie nos dijo nada, no había nada abierto, nadie nos atendió.
Yayo y Macarena me dijeron que no había solución. Que la única opción era intentar que pasara la noche y hacer las gestiones para recuperarlo al día siguiente; así que decidimos ir a dar un paseo por el Night Market. Pero, claro, yo tampoco estaba de ánimo para souvenirs y baratijas. Yayo y Macarena me hablaban e intentaban animarme, pero a cada frase de cariño, yo me echaba a llorar. Intentaba recordar, andar sobre mis pasos, quizá así…
Fuimos a cenar, pero no probé bocado. Sólo fue hasta llegar al hotel que recordé que había puesto el teléfono sobre el lavabo y, sobre él, la mochila. Luego le eché la bronca monumental que le eché a Macarena y, al salir, cogí la mochila, pero no el teléfono. Así que, el fastidio que tenía por el descuido, quedó eclipsado por el arrepentimiento de mi enfado con Macarena. Mi descuido había sido resultado de haber perdido los nervios y fue lo que más me estaba jodiendo.
No dormí en toda la noche. Acabábamos casi de comenzar el viaje y ya la había liado. Pensé que quizá, siendo un móvil europeo, no sería útil en Asia, y además, tiene doble código pin de desbloqueo. Puede que tuviera suerte, aunque Yayo ya me había advertido que tenía que ser realista y darlo por perdido. Miraba el reloj una y otra vez y lo único que quería es que amaneciera. Y por fin, amaneció.
Fuimos primero a comisaría a poner una denuncia, y ¡Os podréis imaginar! La verdad es que la situación era intimidante. En el rellano del primer piso, había un oficial de policía en calcetines con un bebé en brazos, y nos hizo pasar a una sala en penumbra con una puerta corredera de cristal con cortinas que servía como aislamiento para que el aire acondicionado no saliera. Tuvimos que descalzarnos para entrar y coger tres sillas de plástico amontonadas como en los bares de Chiclana. El policía le dio el bebé a una de sus compañeras, también policía, y nos sentamos en medio de otras dos mesas en las que había agentes uniformados tecleando una y otra vez.
Comencé a hablar, pero el policía me ordenó callar y dijo que prefería preguntarle a Macarena y que fuera ella quien le sirviera de interlocutora y, mientras iba realizando preguntas, tecleaba en un ordenador que debía ser muy lento. Al acabar, me hizo firmar la denuncia, completamente escrita en una grafía ininteligible. Y, mientras la firmaba, en mi mente cruzaron todas esas películas en la que los reos aducen haber firmado declaraciones imposibles en idiomas que no entienden. No sabía lo que estaba firmando, así que, lo peor que podría pasar es que, al salir de allí, me dejaran en algún lugar de Laos por siempre y no pudiera regresar a España.
Después de allí, volvimos a Talat Sao y nos acercamos a los baños. Había dos chicas muy muy jóvenes que no tenían ni idea de inglés. Justo en la tiende de enfrente, había una perfumería de no más de seis metros cuadrados, en la que unas cuatro dependientas uniformadas con trajes de chaqueta, manicura europea y pelo de peluquería de alto standing, se prestaron a hacernos de traductoras.
Terminamos en el último piso del centro comercial. Una especie de gran planta diáfana a medio construir con unos paneles de madera y cristal que albergaba cuatro mesas con dos trabajadoras. Era el departamento de Administración y Finanzas de Talat Sao. Tras un largo rato en el que yo lloraba acordándome de mi móvil, pudimos sacar en claro que las cámaras no funcionaban y que, de hacerlo, nadie tenía ganas de visionarlas; así que bajamos, yo cabizbaja, de nuevo y les dijimos a las chicas del baño que pagaríamos por recuperar el móvil.
Estando allí, tuvimos la suerte de encontrar una clienta laosiana/hawaiana que hablaba español –cosas de la vida- y que nos llevó de acá para allá intentando echarnos una mano. Pero… nada.
Lo último que nos quedó fue volver a la perfumería –que no era una tiendecita de colonias, no- ¡era una auténtica perfumería de lujo en seis metros cuadrados con cuatro dependientas! para darle las gracias a las chicas, cuando una de ellas dijo que, si volvíamos a las cuatro y hablábamos con la jefa, podríamos visionar sus cámaras para ver, si con suerte, encontrábamos a quien tuviera nuestro móvil.
Después de esto, y de comenzarme a agobiar, ya no sólo por el móvil, sino porque estaba perdiendo un tiempo precioso, fuimos al Parque de Budha y estuvimos viendo la Estupa Negra, Wat Haw Phra Kaew, y algunas otras atracciones turísticas de Vientián.
Después de comer, me planteé si acercarme una vez más a Talat Sao. Me parecía una auténtica pérdida de tiempo. Pero Yayo y Macarena me convencieron. No perdíamos nada. Así que fuimos y nos dirigimos directamente a la perfumería, donde las chicas comenzaron a mostrarnos las grabaciones desde las 17:30 horas. Y ¡Voilá! Apareció la persona que había entrado detrás de nosotras y resulta que las dependientas ¡La conocían!
A los pocos minutos se presentó en la tienda una chica de pelo largo y la camiseta amarilla que llevaba en las imágenes que trabajaba en el restaurante de comida rápida del Centro Comercial. Le pregunté si ella tenía mi móvil. Me miró y, sonriendo, me dijo que sí. Di un grito y me abracé a ella –supongo que sabréis que no es común el contacto físico en los países de Asia-, pero ella me correspondió con una sonrisa.
La dueña de la perfumería era la misma dueña del restaurante. Puede que el miedo a perder su trabajo, hizo que la empleada confesara. Creo que fue entonces cuando las dependientas de la perfumería comenzaron a parecérseme a las hermanastras ricas de la Cenicienta.
Una vez que la chica del restaurante dijo que tenía el móvil, esperamos recuperarlo inmediatamente, pero dijo que ¡Lo tenía en casa! Y preguntó si nos venía bien recogerlo al día siguiente, pero nosotros sabíamos que ya no nos separaríamos de ella… por si acaso. Dijo que vivía muy lejos y que aún le quedaba un tiempo de jornada laboral. Pero nosotros le dijimos que no nos importaba, que la esperaríamos el tiempo que hiciera falta y la acompañaríamos a casa.
La “bidueña” se apiadó de todos y la dejó salir antes del trabajo, y una de las hermanastras de Cenicienta se ofreció a llevarnos a todos en su flamante 4×4 de alta gama japonés,… pero sólo en el trayecto de ida ¡Más de una hora de camino!
Llegamos a un lugar desconocido en medio del campo y la chica del móvil nos dijo que esperásemos y, en un par de minutos, salió con mi teléfono en la mano. Me abracé a ella, le di un beso, le regalé una pulsera que había comprado en Marrakech y le agradecí el haber recuperado mi móvil. Yayo se acercó a ella y, cumpliendo su palabra de que pagaría por recuperar el móvil, sutilmente le dio 200.000 Kips (LAK) (20€) bajo la escrutadora mirada de la hermanastra de Cenicienta, a la que se le notó excesivamente que ese gesto no le había sentado nada de bien. Me dio pena, sería la comidilla del Centro Comercial al día siguiente y quién sabe si el motivo de su despido.
La hermanastra de Cenicienta nos dijo que nos dejaría en la carretera principal y que, desde allí, cogiéramos un taxi para volver a Vientián. Al rato, nos vimos los tres en el arcén de una carretera en mitad de la nada sin medios públicos de transporte y sin saber dónde ir. Comenzamos a andar. Creo que la situación, ya que había recuperado mi móvil, poco me importaba.
Pero cuando llevábamos andados un kilómetro, más o menos, nos dimos cuenta que no sabíamos dónde ir y que, de hacerlo andando, tardaríamos horas en llegar y es que, además, ni siquiera pasaban vehículos a los que hacer autostop. Así que preguntamos a un señor que regaba el césped de la puerta de su casa si sería tan amable de indicarnos dónde coger un autobús o si podía avisar a un taxi que nos recogiera.
De pronto, dejó lo que estaba haciendo, dijo que esperásemos y que él nos iba a llevar hasta la mismísima puerta de nuestro Hotel en Vientián. Sacó su coche del garaje: un todoterreno también oscuro y japonés de alta gama y le dijo a su familia que volvía en un rato.
Se llamaba Barry y era hijo de padre americano y madre laosiana, así que tenía doble nacionalidad. De pequeño emigró a Estados Unidos, de donde recibió su educación, pero, el ajetreo y el alto nivel de vida de Norteamérica, un día le hicieron regresar a su Laos natal para instalarse allí definitivamente con su familia. Desde entonces, vive de su pensión domiciliada en Laos, en donde –dijo- percibía unos altos intereses bancarios que le permitían vivir de rentas.
El camino dio para mucho. Hablamos de política, de viajes, de las ganas que tenía de visitar España, del teléfono,… Y así llegamos.
Al bajar del coche, le agradecimos enormemente su gesto y fue entonces cuando me di cuenta de que aún hoy queda gente como Barry en el mundo y que a veces los encuentras cuando viajas ¡Gracias Barry!
24 comentarios
y por esta aventuras, te das cuenta de lo buena que puede llegar a ser la gente.
la verdad es que tuviste una SUERTE INCREIBLE!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me alegro que todos saliera bien.
Jejejejeje Sí, la verdad, Ana, que yo nunca pensé que aparecería. Suerte, pero suerte fue la que tuve!!!!! Un besote
¡Qué experiencia más maravillosa!
Vueltas y más vueltas te llevan a la BONDAD, personificada en Barry.
Como siempre, un post estupendo. Besitos, Macarena!.
Gracias Carmen,
La verdad que fue una aventura con final feliz, pero tú tenías que haberme visto llorar snif.
Besotes
Qué aventura!!! En busca del móvil perdido, ya te imagino. Y qué suerte encontrarlo. He vivido contigo ese desenfreno de aquí para allá. Un beso
Ay Eme,
Como cuento, hubo un momento en que tiré la toalla. Y ni te imaginas lo que lloré aquella noche!!!! Pensaba en toda la información que perdía y en que, siendo el tercer o cuarto día de viaje, me perdía el estar conectada con mis padres que estaban en la otra punta del mundo, me perdía las fotillos absurdas que hago con el móvil para documentar las entradas,… De hecho, ya ves qué pocas he colgado en este relato. Bueno bueno, y lo de la denuncia, eso fue para nota. Porque el policía encima me regañaba cuando hablaba!!!
Nunca pensé que lo encontraría, la verdad.
Un besazo
Me alegro que todo se solucionara, además en poco tiempo, aunque me supongo que a vosotros se os haria eterno. Me hago a la idea de lo que pasariais al perderlo. Un beso.
Hola Vicensi,
Lo cierto es que fue una suerte encontrarlo porque llegó un momento en que tiré la toalla y nunca pensé que lo recuperaría, pero ya ves…
Un besazo
¡Qué entrada tan emocionante, Macarena! Me has tenido todo el tiempo con el corazón en un puño a pesar de que imaginaba que todo acabaría bien. Ya me imagino tu estrés y tu ansiedad desde que te diste cuenta de que habías perdido el móvil hasta el momento de recuperarlo, y es que es una faena siempre, pero más estando tan lejos de casa y guardando tanta información como tú el él. Me alegro mucho de que la historia tuviera final feliz, sobre todo porque lo intentásteis absolutamente todo :))
¡Un besazo enorme!
¡Hola Julia!
Claro, yo lo cuento ahora con un buen sabor de boca, pero si me ves allí de acá para allá y que nadie me entendía, ni me hacía caso… Lo de la denuncia fue de nota y, cuando ya lo habíamos recuperado, que yo estaba tan contenta allí, en medio de ninguna parte, con Yayo diciéndome «¿Y ahora qué?» Uffff
Fíjate que llegó un momento que lo dí por perdido, pero ¡Ya ves! Creo que tuve una suerte milagrosa.
Besotes
Madre mía que aventura, yo también me desesperaría si perdiera el móvil con todo lo que llevo en él!! Un besazo
Ay Asun, pero ya ves… cosas de la vida. Desde luego en España todavía lo estaría buscando… Besitos
Vaya arte que tienes también para escribir Macarena. Mantienes el suspense hasta el final. Una aventura más para contar con final feliz.
Claro que que hay gente buena por el mundo y solemos encontrarlas en circustancias malas. Cuando nos va bien no pensamos en eso. A nosotros nos ayudaron en Oporto . Me atropelló un coche y enseguida nos socorrieron, hasta que llegó la ambulancia. Para colmo eran de Salamanca.
Recuperado el móvil se acabaron las penas .
Por cierto no querréis un poquino de agua?? Nos van a salir escamas.
Bellísima tu hija , tiene una cara preciosa.
Buen lunes.
Besos
Ay pobre!!!! Jajajajaja Imagino lo cansado que estaréis ya. Tendréis que tener los dedos arrugaditos ya de la humedad. Aquí es cierto que ha llovido y ha hecho frío este invierno; pero lo vuestro ha sido de medalla de oro!!!! Pero, piensa que este año vais a tener una cosecha en el huerto de escándalo. Seguro, ya verás. Ay y yo no dejo de acordarme de tus gallinas ¡Ya habrán aprendido a nadar!
¿Te atropellaron en Oporto? Ufff ¡Menuda historia!
Lo del móvil… pues, Laura, llegó un momento que lo dí por perdido. Además estaba cansada de que nadie me hiciera caso, de que nadie me entendiera; estábamos en un lugar desconocido, de acá para allá y con un calor del demonio, pero ¡Fíjate! Y luego vino la última parte, la de Barry. De verdad que a mí ya me daba un poco igual, y pensé en hacer autostop, pero Yayo es muy apurado para esas cosas, así que menos mal que apareció aquel señor!!!! En realidad, además de la información que guardo en el móvil, me fastidiaba porque generalmente, las fotos que luego hago de los carteles, los precios, y las cosillas absurdas, son luego las más útiles en el blog. Y pensé que, comenzando el viaje, ya me había quedado sin poder hacer esas cosas; de hecho, ya ves que pocas fotos he colgado en esta entrada. Pero, bueno, una experiencia más en la que todo se pudo solucionar. Pero no te creas que fue lo único que nos pasó en Laos ¡Vaya viaje! Ya lo iré contando, pero no nos pudo pasar más porque no había más horas en el día!!!!
Y gracias por el piropo a Macarena. En esta foro no sale muy favorecida, pero es verdaderamente preciosa por fuera y por dentro. Aunque ¿Qué voy yo a decir?
Un besazo y ¡Ánimo! Noe también llegó a tierra una vez.
Buff que aventura, no me imagino lo que podria llegar a pasarme si tuviera que vivir esa situación, tal vez yo no hubiera insistido tanto y habria dado el movil por perdido, pero gracias a esta historia saco la moralejade que hay que insistir y perseverar por que eso lleva su recompensa, en medio de este tipo de situaciones es dónde conoces a gente de verdad, a gente como Barry.
Un Saludo Macarena.
¡Hola Pedro!
Como cuento, la verdad es que llegó un momento en que tiré la toalla. Estaba desesperada de que nadie me entendiera ni me hiciera caso y, además, ya me había cansado de dar vueltas con tanto calor en una ciudad desconocida. Pero, bueno, fíjate y, al final, apareció ¡Increíble! Cuando lo encontré, estaba yo tan contenta, en medio de ningún sitio y Yayo es que… es que es muy apurado porque yo sabía que en algún momento llegaríamos. Y allí apareció Barry ¡Qué guay!
Mi disgusto Pedro no era el móvil en sí, era, ya lo he dicho, lo que contiene y, por otra parte, pues que lo uso para las fotos estas que no se hacen con cámara porque luego sirven para las entradas del blog: las paradas de autobús, el interior de los transportes, las comidas,… Y eso, pues se había acabado mi primer día en Laos.
Pero ya ves… Insistir, insistir, insistir.
Muchas gracias por la visita. Un besazo
Qué gran vivencia!!. Como para no olvidarla jamás.
Y ya imagino la enorme tensión e intranquilidad.
Menos mal que todo terminó así de bien.
Un beso grande.
¡Hola Amalia!
Jo, ni te imaginas el día que pasé. Pero ¡Ya ves! En España no hubiera aparecido ni de coña, vaya, que aún lo andaría buscando jjjjj
Muchas gracias por tu compañía. Un besazo
¡Menudo día, Macarena! Aunque el momento fue un mal trago, consiguió que conocierais a Barry; una entrada de blog y la alegría de encontrarlo. Desde luego, no hay mal que por bien no venga.
Yo no tengo móvil, pero en tu caso y en ese viaje, desde luego era la pérdida de mucho más que el aparato. Y oye, lo has narrado con tanta naturalidad que me parece que todos los lectores hemos estado al borde de la taquicardia. Un fuerte abrazo!
Jajajajajaja ¡Ay David!
¿No tienes móvil? Jjjjjj Estás hecho, entonces, de la misma pasta que Yayo. A él sí que le obligo a llevarlo porque cuando se va de pesca con el barco, suele salir sólo, pero con la sordera, como el que oye llover. Pero vaya, que ni instagram, ni twitter, ni whatsapp,… Si por él fuera, viviría en la jungla!!! La verdad es que yo lo utilizo más bien como herramienta de trabajo y, cuando viajo, almaceno en él bastante información para tenerla a mano. Así que era una verdadera faena. Y ¡Cosas de la vida! Lo dí por perdido, pero lo encontré. Así que nunca hay que decaer. Ahora bien, David, que si vieras todo lo que nos pasó después en este viaje… Ya lo irás leyendo. No nos pasó más porque no nos quedamos mucho tiempo, pero no puedo decir que nos faltara un sólo detalle. Fue completito.
Un besazo. Gracias por el piropo.
Ay Macarena.. ya conocía la historia, pero me la he vuelto a leer enterita.. la verdad es que creo que más allá de tener buena suerte, hicisteis que fuera así, porque también te digo que yo hubiera vuelto el primer día y de ahí, doy de baja el móvil y me olvido de él… qué hubiera llorado y me hubiera fastidiado como tú? pues si, pero no hubiera sido lo insistente que tú fuiste.. Me alegro mucho que todo tuviera un final feliz y así, una vez más, nos damos cuenta que en todos sitios hay gente buena y desinteresada. Una gran historia con final feliz para contar a tus nietos jejeje. Besos.
La verdad, Verónica, que insistir, insistimos; aunque llegó un momento en el que estaba muy cansada. Pero ¡Ya ves! Y luego… allí tirados en medio de no sé dónde con Yayo dando la lata…
Yo creo que tuvimos mucha suerte porque la dueña de la perfumería lo era también de la cafetería y creo que su empleada se cortó un poquito, si no ¿Por qué se llevó el móvil a su casa en lugar de haberlo dejado en el trabajo por si alguien lo reclamaba? Desde luego, cuando lo recogimos estaba intacto. Tenía los intentos pin de desbloqueos sin utilizar y estaba encendido. No sé, la verdad que todo fue muy raro y muy cansado. Pero ¡Tengo mi móvil! Si lo hubiera perdido en Madrid, todavía lo estoy buscando.
Espero no tener que contarle la historia a mis nietos por el momento jejejejeje
Un besazo
Hola familia,
La verdad es que perder el móvil hoy en día es cómo perder toda una vida. Vaya mal trago. Lo bueno fue haberlo encontrado y haber conocido gente tan maja. Y es cierto, hay gente buena en el mundo. perdona que no te comentara antes, he tenido unos días bastante malos y quizás mis razonamientos hubieran sido pesimista.
Barry fue muy amable, además de buena persona y tuvo un buen gesto que a lo mejor otro, no hubiera tenido. No me quiero imaginar que hubiera ocurrido si hubiera sido por aquí.
Todo salió bien. Y no te enfades con Macarena… Con lo bien que lo pasais los tres.
Muchos besos y abrazos.
Excelente post.
¡Hola Keren!
No te preocupes Keren, de verdad con nosotros nunca hay compromiso. Tú tranquila. Aunque lo mejor de lo que cuentas es que estés repuesta y positiva. Además, hemos estado unos días fuera jjjjjj cogiendo apuntes!!!
Jo lo del móvil fue una faena porque nunca pensé que aparecería, pero ya ves. Y, al final, lo que queda es lo que dices, que hay gente buena allá por donde vas.
Espero que todo esté bien. Muchos besos… pero muchos muchos.