Templos de Bagán (I): La llegada

Con nuestra visita a los Templos de Bagan culminaba uno de los sueños de mi vida. Quizás, visitar los Templos de Bagan sea el gran sueño de muchos viajeros y nosotros, por fin, lo habíamos alcanzado. Viajar a Bagan, junto con el Lago Inle, fue “lo más” de nuestro viaje a Myanmar puede que por el hecho de convertirse en nuevos lugares de culto para Macarena o por encontrar sitios que concentran tanta belleza y encanto juntos, puede que por ser, en el caso de Bagan, el lugar que nos hizo olvidar la desilusión de Yangon. El caso es que me atreveré a decir que si, hoy por hoy, ha de pasar un tiempo para que me apetezca de nuevo volver a Myanmar, a Bagan volvería mañana con los ojos cerrados.

La zona arqueológica de Bagan abarca unos 42 kilómetros cuadrados y de los 4.400 templos que se erigieron durante su etapa de esplendor de más de dos siglos, a partir del siglo XI, hoy pueden contemplarse unos 2.200, muestra suficiente para hacerse una idea de cómo fue Bagan en su periodo de máximo apogeo. Pero el abandono, los expolios, la falta de mantenimiento durante años debido a su régimen de gobierno y los terremotos –el último el 25 de agosto de 2016– ha mermado considerablemente lo que podía ser hoy día este lugar.

Inexplicablemente para quienes viajan a Bagan, el lugar no forma parte de la Lista de Lugares Patrimonio de la Humanidad. La Junta Militar ha restaurado numerosas construcciones, descuidando el estilo original, desoyendo las recomendaciones de los expertos internacionales, e incluyendo hoteles de lujo y un campo de golf dentro de la zona arqueológica. No obstante, desde 1996, el lugar está incluido en la lista de candidatos y seguro que algún día lo conseguirá.

Lo que se conoce como Bagan, en realidad, está dividida en tres zonas: Nyang U –más al norte-, Old Bagan –intramuros a mitad de camino entre las otras dos zonas- y Nuevo Bagan – al sur-. Y aunque pareciera que se trata de lugares distantes entre sí, en realidad se encuentran muy muy cerca unos de otros.

El lugar más cercano al aeropuerto y a la estación de autobuses es Nyang U y, al llegar, de éstos a la zona arqueológica, hay que hacer un abono de 25.000 Kyats (18€) por adulto para un pase de una semana de duración. El taxi, desde la estación o el aeropuerto, debería costar: Nyang – U 5.000 Kyats; Old Bagan – 7.000 Kyats y New Bagan 9.000 Kyats; aunque hay hoteles que ofertan los traslados incluidos en el precio de la habitación –además, los autobuses diurnos incluyen los traslados-.

Nosotros elegimos Nyang U para alojarnos porque se trata de la zona con mayor diversidad de alojamientos y restaurantes, lo que podría darnos un respiro tras pasar todo el día de un lado a otro ¿Y qué zona elegir de Nyang U? Sin ser un lugar grande, diremos que en Nyang U encontramos la zona más cercana a Mani Sithu Market; al oeste, la zona más cercana a la Shwezigon Pagoda –es en estas zonas donde se encuentran los alojamientos más baratos y los restaurantes locales y/o más baratos-; y un poquito más al sur, hay una zona de calles sin asfaltar cercana a la carretera principal, Anawrahta Rd. Este fue el lugar que elegimos. Primero porque es un sitio tranquilo; en segundo lugar, porque hay una calle de restaurantes occidentales superanimada hasta las 22.30 o 23.00 horas; y, en tercer lugar, porque nuestro hotel, el Hotel Zfreti (41$ para los tres con el desayuno –el de Macarena había que pagarlo aparte-) tenía una piscina para darle un respiro a Macarena.

Llegamos a Bagan, procedentes de Yangon, a las cuatro de la mañana y, tras pagar «el impuesto revolucionario», nos dirigimos al hotel. Allí, sin que me resultara sorprendente, comenzó el mercadeo.

El recepcionista, dado que nuestra habitación no estaría preparada hasta bien avanzada la mañana, nos ofrecía ir a ver amanecer. En realidad, no había más opción que esa: o ves amanecer, o te quedas en las butacas de la entrada hasta que puedas hacer el check in. Pues bien, si llamaba a un carro de caballos, el precio eran 18.00 Kyats (13€); si avisaba a un taxi para ir muy cerca 5.000 Kyats (3,5 €) y si te llevaba un poco más lejos, 15.000 Kyats (10,50 €); pero todo esto sólo por ver amanecer. El tour para ver los templos de Bagán habría que negociarlo más tarde a otro precio.

Aquí haré un inciso tal y como los he hecho otras veces en otras entradas de lugares de Asia. En este día concreto, comenzábamos la mañana a las cuatro pagando 3,5€ de un taxi, 36€ de las entradas a las zonas arqueológicas, los 92$ de la habitación y los 10$ de los desayunos de Macarena. Aún teníamos que buscar un transporte para la jornada y hacer tres comidas, más el agua, y otras cosillas que van surgiendo.

A muchos os parecerá un chollo y, sí que es cierto que viajar a Asia es mucho más barato que viajar a otros lugares, pero el problema de muchos lugares de Asia es que te encuentras entre la espada y la pared en muchas situaciones y no tienes más remedio que pagar o quedarte sin ver o ir donde quieres y si a ello le sumamos las propinas, las donaciones, los impuestos por hacer fotos, etc… no os podéis imaginar la cantidad de dinero que al final del día te das cuenta que has terminado pagando. Quienes hayan viajado a África o a Asia, sabrán de lo que hablo.

Resolvimos el tema de la siguiente forma: la habitación del hotel ofrecía una bicicleta eléctrica gratis por habitación y día. El precio del alquiler de una bicicleta normal ronda los 2.000 kyats (1,5€) y el de una eléctrica costaba 5.000 (3,5€). Así que decidimos alquilar dos bicicletas eléctricas, junto con la que nos ofrecían, y por 10.000 kyats (7€) podríamos ir a ver amanecer y llevar a cabo nuestra visita a los Templos de Bagan.

Nos facilitaron tres linternas frontales para la cabeza y nos señalaron en un mapa hacia dónde debíamos dirigirnos. Así que, medio dormidos y en una completa oscuridad, salimos a la carretera principal para ir “una pizca más abajo” ¡Hala, pues nos perdimos! ¡Normal! Y es que, siendo noche cerrada, estando todo tan cerca, y siendo las distancias tan cortas ¡nos pasamos el sitio!

Pero ahí que nos cruzamos con un motorista que nos indicó un templo al que podíamos subir para ver amanecer. Allí que fuimos y subimos. Yo ya sé que soy bajita, pero los escalones me llegaban a la altura del pecho, así que Yayo y Macarena me fueron empujando para que subiera. Pero, al llegar a la terraza, vimos que había gente en la parte superior de la estupa, así que quisimos entrar por una pequeña puertecita. Yo iba primera, con la linterna, y al entrar, el hueco se estrechó tan enormemente que me dio claustrofobia y comencé a empujar a los dos para atrás. Ahora, los valientes decidieron entrar sin mí y la que iba primero era Macarena. Pero al entrar, vio dos cucarachas que debían ser del tamaño de dragones por como gritaba y se lió la tangana entre el padre y la hija, una por gritar y el otro porque volvían a sacarlo del agujero a empujones.

Pero resulta que, después de tanto ajetreo cateto ¡No se entraba por allí! Estaba tapiado. Había que subir de ladrillo en ladrillo, haciendo malabarismos, hasta el pináculo –que ahora me explico yo el deterioro de las estupas y los templos de Bagan-. Así que yo preferí quedarme en la terraza de abajo para no terminar viendo nada de lo encapotado que estaba el cielo.

Dicen muchos viajeros que es algo habitual no poder disfrutar de la típica estampa de las estupas rojizas coloreadas por los primeros rayos de sol en los Templos de Bagan debido a que, fuera de la época seca, el cielo amanece teñido de bruma. Aun así, puedo jurar que es un espectáculo único ver amanecer en Bagan subido a la terraza de una estupa oliendo el aire de la mañana en medio del campo, en silencio, viendo cómo se apagan las luces que iluminan los templos principales y descubriendo poco a poco, con el paso de las tinieblas a la luz, cuan grandiosa es la atmósfera de Bagan salpicado por las cúpulas de sus estupas y templos.

Al fin amaneció allí arriba y nadie quería moverse. Reinaba el silencio cuando me di cuenta que se me había rajado el pantalón ¡Todos los turistas me estaban viendo el culo! Pero nadie me dijo nada. Así que disimuladamente llamé a los míos y tapándome como podía volvimos al hotel.