Patrimonio de la Humanidad desde 1982, las ruinas de Polonnaruwa son mucho mejores que las de Anuradhapura en cuanto a la cantidad y la variedad de las mismas. Cuando Anuradhapura fue destruida por los pueblos invasores del Sur de la India y su edad de oro tocó a su fin, la capital hubo de ubicarse en una nueva localización, y así surgió Polonnaruwa tomando el testigo de la antigua capital cingalesa. La nueva capital iniciará su época de esplendor en el siglo X, expandiendo el Budismo junto con las tradiciones hinduístas importadas del continente, y dejará reflejadas en sus piedras la arquitectura, la pintura, la escritura y la escultura de este sincretismo cultural y religioso.
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Ruinas de Polonnaruwa |
Nos levantamos sin agua corriente. Lleva 8 meses sin llover en esta región y la sequía está causando estragos. Hoy vamos a Polonnaruwa.
Ruinas de Polonnaruwa |
La entrada cuesta 25$ para los adultos y 12,50$ para los niños, así que en total habíamos pagado ¡50 €! La entrada da acceso al Museo Arqueológico (que es dónde se compran) y al recinto de las ruinas. Pese a que el conjunto es bastante grande, las ruinas no se encuentran tan dispersas como en Anuradhapura y recomiendan visitarla en tuk-tuk o en bicicleta. Para nosotros, la opción de Upul era, sin duda, la más cómoda y económica.
Monos a la salida del Museo Arqueológico en Polonnaruwa |
A Macarena, le produjo una gran sorpresa ver a monos correteando de un lado a otro. No lo podía creer, así que, claro está, la visita se le hizo mucho más amena de lo que en un principio había imaginado. Bajo un sol abrasador visitamos palacios, dagobas y templos. Las joyas, los aperos, las piezas de cerámica esmaltadas y las esculturas custodiadas en el Museo (en el interior no se pueden hacer fotografías) dan prueba de lo que debió ser la ciudad de Polonnaruwa en la antigüedad.
Las ruinas no están mal y, a ratos logran transportarte en el tiempo, aunque dado el precio de las entradas, podían estar mucho mejor.
La joya de la corona, la conforman los Budas de Gal Vihara: tres grandes imágenes talladas en granito sobre un friso que perteneció a un monasterio y que muestra un Buda yacente de 14 metros, uno en pie, de siete metros y otro en posición de loto. Tallados con un cuidado exquisito, quizás el más impresionante es el que se encuentra reclinado, pues puedes observar cada una de sus facciones a la altura de los ojos.
Al ser un lugar sagrado, se exige una vestimenta correcta con hombros y piernas cubiertos, y con la cabeza descubierta. Además, hay que entrar descalzo a la zona acordonada donde se encuentran las esculturas (cuya arena, por cierto, es abrasadora) y, en nuestro caso y pese a haber visto infinidad de fotos en los que el viajero posaba con los Budas –sin darle la espalda al Maestro, lo que es considerado una grave falta de respeto- estaba prohibido hacerse fotos con los Budas. Y no es broma, ya que hay incluso vigilantes que te revisan la cámara y te hacen borrar las fotos consideradas “inconvenientes”.
Buda de Gal Vihara (Polonnaruwa) |
Buda de Gal Vihara (Polonnaruwa) |
Buda de Gal Vihara (Polonnaruwa) |
Hay, por supuestísimo, mucho que ver en Polonnaruwa, pero no me detendré más en detalles o descripciones de las construcciones, ya que cada viajero puede encontrarlas con facilidad en cualquier guía de Sri Lanka.
Ruinas de Polonnaruwa |
Decidimos volver al Hotel Viceroy de Sigiriya y vaguear un poco para dar descanso a Macarena que pide que la llevemos de nuevo a la piscina donde, sorprendentemente, esta vez sólo tenemos que pagar 175 LKR de entrada.
Mono pedigüeño |
El camino desde Polonnaruwa fue increíble. Dimos de comer a los monos que se apostaban a ambos lados de la carretera; vimos un varano al que un chico hacía salir del río para saltar a comer pescado de una caña con la finalidad de que los turistas le diésemos alguna propina; y vimos elefantes en los lagos de Minneriya.
Parque Nacional de Minneriya |
Entre los meses de agosto y septiembre, el agua se retira de los lagos en el Parque Nacional de Minneriya (al norte de Sigiriya) y unos 300 elefantes se concentran en la zona, produciéndose un fenómeno conocido como “El encuentro” (The Gathering); siendo, posiblemente la mayor concentración de elefantes asiáticos de todo el continente. Para observar esta concentración de paquidermos se organizan safaris desde Sigiriya, Habarana, Dambulla, Kandalama y Giritale. Aunque siempre es posible contratar un todo terreno en la puerta misma del Parque. Por suerte, los pudimos ver perfectamente desde la carretera, donde Upul nos dejó recrearnos en tan bella visión.
Campos de arroz |
Una de las veces que paramos para estirar las piernas se acercó a nosotros una anciana, o quizás no lo fuera tanto, pero estaba claro que había llevado una vida dura trabajando el campo y que el sol había curtido su piel y blanqueado sus cabellos.
Dormía en una plataforma encima de un árbol, para evitar el ataque de los elefantes –toda la zona que rodea Sigiriya es un Parque Natural en el que abundan elefantes y varanos, además de otros reptiles y un sinfín de aves y mamíferos- mientras vigilaba que su cosecha -Un pequeño trozo de tierra con algunas sandías, zanahorias y cebollas- no fuera pasto para los elefantes. La señora no hablaba inglés y contemplaba con asombro los ojos azules y el pelo rubio de Macarena que pidió acariciar. Y este asombro por el cabello rubio y los ojos azules de Macarena se convirtió en una constante en las zonas más remotas del país donde en varias ocasiones nos pidieron permiso para fotografiarse con la niña.