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Sri Lanka

Sigiriya – Aukana – Dambulla – Roca del León – Sigiriya

Sri Lanka posee ocho lugares inscritos por la UNESCO en la Lista de Bienes Culturales y Naturales Patrimonio de la Humanidad. La Ciudad Santa de Anuradhapura (inscrita en 1982); la ciudad antigua de Polonnaruwa (1982); la Antigua Ciudad de Sigiriya (1982); la Reserva Forestal de Sinharaja (inscrita en 1988); la Ciudad Sagrada de Kandy (1988); la Ciudad Vieja de Galle y sus Fortificaciones (1988); el Templo Dorado de Dambulla (1991); y las Mesetas Centrales de la Isla (2010). Lo cual no es poco para un país que mide 433 kms de Norte a Sur y 245 de Este a Oeste.

Galerías exteriores de las Cuevas de Dambulla
 

De todos ellos, ya habíamos visitado dos (Anuradhapura y Polonnaruwa), y hoy emprendíamos camino para visitar otro par de ellos: el complejo arqueológico de Sigiriya, y las Cuevas de Dambulla, además de la imponente escultura del Buda Gigante de Aukana. Los tres lugares nos dejaron boquiabiertos y sin respiración. Son lugares únicos en el mundo y jamás, en ninguno de nuestros viajes anteriores, habíamos visto algo parecido: por su rareza, por su ubicación, por la especialidad del arte, por sus dimensiones, por su Historia,… Lugares, sin lugar a dudas, para no morir sin haber contemplado.

Vegetación selvática de la mayor parte del país

Sobre las 8 y media de la mañana salimos para visitar el Buda de Aukana. El sitio es muy bonito, a la vez que una de las zonas más pobres del país, donde aún no llega la electricidad ni el agua corriente. Se llega por una carretera cerca del lago Kala Wewa y se encuentra en un valle de agricultores lleno de vegetación, donde se puede observar a los habitantes en el curso de su vida cotidiana. 

Vivienda de agricultores cerca del lago Kala Wewa

El Buda, de doce metros de altura, se encuentra en un magnífico estado de conservación y data del siglo V, el mismo en el que se construyeron los Budas de Bamiyán en Afganistán. La talla es de una perfección tal, que los pliegues de los ropajes, que simulan la seda, canalizan el agua de la lluvia hasta un punto determinado en el suelo; y la alineación de la escultura está tan bien ejecutada, que los días de lluvia, el agua cae desde la nariz hasta una pequeña depresión situada en los pies.

Lo cierto es que uno se encuentra pequeño ante la inmensidad de tal escultura y el silencio que la rodea, te acerca al mundo de lo divino, profeses la religión que profeses o creas en lo que creas.

La entrada de los adultos cuesta 750 LKR (4,5€) y la de los niños 350 LKR.
Imágenes del Buda de Aukana

Upul se perdió un poco con el coche por pequeños caminitos antes de llegar a Dambulla, pero en realidad no nos importó que el trayecto fuera un poco más largo para seguir observando las delicias del paisaje.

Cuevas de Dambulla

En Dambulla está situado el más famoso y mayor grupo de cuevas excavadas en roca de Sri Lanka y se halla incluido en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Aunque el complejo posee más de ochenta cuevas, sólo se pueden visitar cinco. Se cree que estas cuevas estuvieron habitadas desde el siglo VII a.C., aunque la mayor parte de esculturas y pinturas de su interior están datas en el siglo I d.C.

Las cuevas se encuentran a una altitud de 160 metros, en la montaña; pero lo primero que llama la atención al llegar al complejo es el gran buda dorado del Golden Temple, que corona el museo budista de las cuevas de Dambulla.

Las entradas de acceso a las Cuevas cuestan 1500 LKR por adulto y ¡por fin! los niños entran gratis. Hay que comprarlas abajo, frente a las escaleras del Golden Temple y es algo que no se debe olvidar porque las escaleras de subida tienen un par.

Desde Dambulla puede observarse la Roca del León en Sigiriya

Yo sabía antes de ir que había que subir escaleras, bastantes escaleras, pero lo que no me podía imaginar es que tendría que subir las escaleras del cielo. Se me hicieron interminables; y es que cada vez que alzaba la vista, veía más y más tramos de escaleras. Macarena, sin embargo, casi se subía los escalones de dos en dos y ¡la pobre! Me animaba en cada repecho. Las vistas son espectaculares, o eso creo, porque subí tan agotada que no pude disfrutar tanto como me hubiera gustado.

Cientos de monos habitan en las escaleras de Dambulla

Por no decir de los monos, que asomaban por todas partes y que Macarena no paraba de fotografiar. Y el remate… lo vendedores que se ubican en todos los descansos ¡Casi me da un parraque! ¿Cómo iba a tener ganas de comprar souvenirs? ¡Por no decir cuando te empiezan a martillear con “water, water, cold water!”. Y al fin …llegué.

Imponentes Budas reclinados de las Cuevas de Dambulla

Omitiré los detalles de la Historia, las fechas, las dimensiones y los detalles arquitectónicos y artísticos de las cuevas que será mejor consultar en una guía de viajes. Pero sí que diré que se trata de algo único e inigualable que jamás en mi vida había visto y ni podía imaginar que existiera.

Se trata de esculturas, cientos, de carácter religioso, excavadas en la roca –dentro de las cuevas- dedicadas a Buda y a algunos de los dioses más importantes del hinduismo y decoradas hasta el último de los rincones con pinturas de carácter religioso y motivos geométricos y florales.

Y allí puedo decir que me transporté en el tiempo, junto a Macarena, por supuesto, imaginando a cientos de monjes esculpiendo a la vez que excavando duras piedras de granito y teniendo que subir y bajar aquella gran distancia en la montaña, cuando aún no había escaleras, para proveer a los trabajadores de agua, víveres, herramientas, pintura, a la vez que desalojar escombros. Todo un trabajo hercúleo con la finalidad de desplegar ese sentimiento de espiritualidad tan característico del budismo y que ha perdurado en la Historia a través de los siglos.

Frescos de Dambulla
Esculturas policromadas escavadas en las rocas de las Cuevas de Dambulla

Me despedí sobrecogida de Dambulla y sus cuevas, y bajamos de nuevo todas las escaleras casi en silencio. Al menos yo, recuerdo querer retener en mi mente la maravilla que acababa de contemplar, como si el silencio me ayudara a impregnar mis recuerdos de todos y cada uno de los detalles que serán imposibles de olvidar por muchos años que transcurran.

Tras la subida a Dambulla estábamos bastante cansados, así que nos acercamos a dormir un pequeña sistecita para evitar subir a Siguiriya en las horas de más calor. Sobre las 15.30 Upul no llevó hasta los pies de la Gran Roca del León.

El camino hasta allí es bastante agradable porque puedes ir contemplando a los turistas que van y vienen andando, los pequeños restaurantes de arroz con curry llenos de viajeros y las atracciones que han ideado los locales para hacer negocio, como unas carretas tiradas por caballos para acercarte a Sigiriya o las piraguas para hacer rafting de en un río cercano. Incipiente industria turística que nunca está de más en un país que hace tan sólo unos años se está dedicando a potenciar el turismo. Las entradas costaban 30 $ por adulto y 15 $ para los niños (75$ = 56€) ¡El día de hoy estaba siendo criminal!

En el aparcamiento se ofrecen guías para subir a la Roca, pero no es necesario y además no estaba la cosa para bromas. El sitio estaba atestado de turistas, autobuses, coche y taxis, y creo que ha sido la única vez que vimos en Sri Lanka tantos viajeros concentrados en un mismo lugar.

Complejo arqueológico de Sigiriya

Sigiriya es otro de los grandes tesoros celilandeses, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1982. Aunque su mayor reclamo son sus frescos, Sirigiya es un complejo arqueológico que posee Jardines acuáticos y terrazas ajardinadas en su base, además de escaleras, cuevas y… las Garras del León.



Cuenta la creencia popular que Sigiriya fue una fortaleza construida en el siglo V por el Rey Kassapa. El príncipe Kassapa, era el menor de dos hermanos y asesinó a su padre, el rey Dhatusena en Anuradhapura, con el fin de hacerse con los derechos monásticos que no le correspondían en la línea sucesoria.

Su hermano, el príncipe Moggallana, juró que lo perseguiría hasta darle muerte, por lo que Kassapa se exilió en la Gran Roca construyendo allí una fortaleza inaccesible presidida por un gran león, del que sólo se conservan sus garras.

Cuando Moggallana hubo reunido un gran ejército, se libró una colosal batalla en las llanuras de Habarana donde resultó muerto el rey parricida, y Moggallana se alzó con la victoria y el control sobre todo el reino.

Según esta hipótesis, los frescos de Sigiriya representan a las miles de concubinas de la corte real. Otras hipótesis, sin embargo especulan con la idea de que la Gran Roca nunca fue una fortaleza, sino un lugar monástico dedicado al retiro y la oración y las Doncellas son diferentes representaciones de la diosa Tara, una divinidad budista.

Escaleras de subida a la Roca del León

Personalmente, y después de la contemplación de la construcción y los frescos, me inclino mucho más por la primera de las teorías.

En primer lugar, porque no tendría sentido que si se tratara de un monasterio dedicado al retiro y a la oración se hubieran realizado construcciones como el enorme león que debió presidir las escaleras de acceso a la cumbre, o los jardines y estanques de la base.

Por otra parte, porque de la observación detallada de los frescos se infiere que se trata de representaciones de doncellas de diferentes lugares del mundo (asiáticas, africanas, europeas) aunque su estilo sea el mismo; lo que me hace pensar que sería muy probable que fueran mujeres traídas de diferentes rincones del mundo tanto como obsequios reales de viajeros en la Corte de Kassapa, como de mujeres capturadas en batallas libradas en remotos lugares.

Y en tercer lugar, porque esta versión más legendaria es la que más gusta a Macarena ya que realmente es la que más te permite hacer volar la imaginación hasta antiguas civilizaciones, países lejanos y Cohortes exóticas.

Sea como fuere, la Roca de Sigiriya fue abandonada rondando el siglo XIV y devorada por la selva hasta 1898, cuando fue descubierta por un arqueólogo británico.

He de reconocer que me asustaba bastante la subida por la cantidad de escaleras empinadas que había observado en los cientos de fotografías que había visto. Pero también he de reconocer que fueron mucho peores las escaleras de Dambulla que me encontré tan de sopetón. Aquí ya estaba entrenada, aunque después de la subida matutina y de la vespertina, cuando fui a bajar de Sigiriya, las rodillas no me sostenían el cuerpo y me temblaban como si fueran a rompérseme. Macarena, como siempre, subió los escalones volando y paraba en los descansillos para esperarme. Lo curioso es que de vez en cuando bajaba para decirme: “- No sé quién me ha dicho no sé cuántos” o –“Vengo a pedir permiso para hacerme un foto con aquella familia” (Y es que siempre le he advertido sobre las fotografías e internet, así como sobre los riesgos de establecer amistad con desconocidos, más aún en un lugar extraño).

Familia cingalesa fotografía a Macarena junto a su hija

Por fin llegaba a la galería de los frescos. Se trata de una hendidura en la roca a mitad de la subida, a la que se accede a través de una escalera de caracol atestada de viajeros. La hoquedad no es muy grande, apenas unos 100 metros de largo y se encuentra aislada del exterior apenas por unos tubos y unas mallas metálicas.

Galería de los frescos de Sigiriya

Junto con las pinturas de las Cuevas de Lascaux en Francia, la visión de las Doncellas de Sigiriya ha sido de lo más impactante que, en Arte, he podido contemplar en mi vida. No sé si produjeron en mí una especie de Síndrome de Stendhal, pero sí que puedo recordar que yo de allí no quería marcharme. No podía marcharme. Desconecté del ruido y del calor, y algo debió pasarles también a Macarena y a Yayo porque, pesar de las estrecheces del sitio, estuvimos perdidos los unos de los otros aún hallándonos tan juntos. Incluso Macarena, con sus ocho años, estaba absolutamente absorta, imagino que haciéndose las mil y unas preguntas que luego se encargó de formularme a mí.

Doncella de Sigiriya

De las más de 500 Doncellas, sólo se conservan unas 18 pinturas ¡una pena! Pero suficientes para contemplar la maestría del arte asiático de hace más de 1.500 años.

Lo primero que llama la atención es que los frescos no han sido realizados directamente sobre la piedra, sino que previamente ésta fue cubierta con un material parecido a la porcelana sobre el que pintar las ninfas. Éste material se encuentra presente en otras cuevas del complejo, aunque ya no contiene pinturas.

Las damas se representan desde el abdomen hasta la cabeza, en su mayor parte, con el torso desnudo, salvo las que debieron ser sirvientas o damas de las doncellas que cubren su pecho con algunas vestimentas. Además, portan bandejas y flores, en contraposición a las damas que se encuentran desnudas.

Llama la atención la anatomía de las figuras, con cintura de avispa y senos voluminosos, lo que debió ser el canon de belleza en la cultura ceilandesa del siglo V, y requisito indispensable para formar parte del ejército de concubinas de la Cohorte.

Pese a que los rasgos faciales de las damas son similares, se puede apreciar la diferencia en cada una de las representaciones que, o bien por la coloración de la piel, o bien por sus rasgos concretos, demuestran que se trata de doncellas de diferentes procedencias; incluso sus tocados y sus joyas pueden dar muestra de ello.

Por otra parte, los colores (naturales) usados para los dibujos se tornan mágicos pues consiguen detallar las diferentes tonalidades de cada uno de los detalles de cada fresco. Dicen que son unas de las mejores pinturas budistas del mundo sólo comparables en factura y estilo a las de las cuevas de Ajanta, cerca de Aurangabad, en India… Habrá que comprobarlo.

Doncellas de Sigiriya

Por cierto, no se puede usar flash, aunque sí está permitido hacer fotos.

Después de las Doncellas, no podía haber más en aquella Roca. Y aunque sí que lo había, cualquier cosa que viese ya, no me impactaría, ni me iba a importar tanto como la visión de aquellos frescos. Yo me hubiera quedado, si hubiese podido, y que Yayo y Macarena hubieran seguido sin mí, pero debía continuar.

Las garras del león de la Roca de Sigiriya

Subimos hasta el primero de los niveles. Donde se encuentran las garras del león. A decir verdad son impresionantes, pero es como si ya nada de lo que viese tuviera el interés que en mí habían despertado las Doncellas. Además de las Garras del León, en esta “primera cima” había decenas de turistas, colegios, niños corriendo, gente sentada, puff, como para haberse pasado allí el día entero observándolos.

¡El ruido puede provocar el ataque de las avispas!

De las garras parten unas escaleras metálicas que llevan a la cima donde se conservan las ruinas de diversos edificios y estanques. Y decidimos no subir. Aunque alguien pueda pensar que cometimos un pecado, no nos fiábamos de las picaduras de las avispas. No por nosotros, sino por Macarena.

La única manera de protegerse de los avisperos era con unos trajes especiales casi herméticos y con protectores faciales proporcionados de forma gratuita en unos contenedores de la primera cima; pero, aparte de ser de plástico y que nos darían mucho calor en la subida, me daba un poco de repelús el hecho de que al igual que se lo quitaba un turista sudado, te lo daban a ti para que volvieras a usarlo. Y no es que yo sea escrupulosa, pero me parecía bastante antihigiénico. En realidad, me pareció una auténtica guarrada. Que me dio asco, vaya.

Y así, sin subir a la cima, y sin avispas ni guarradas, volvimos a bajar por donde habíamos subido hasta llegar al parking donde nos esperaba Upul.

Típicas máscaras cingalesas

Antes del parking hay unos puestecillos de souvenirs e intentamos encontrar una “caja mágica” de madera que quería Macarena. Se trata de una caja decorada que únicamente se puede abrir conociendo “su secreto”. Pero no había ninguna que nos gustara. Así que Upul nos llevó a una “factoría” donde fabrican objetos y máscaras de madera y que tiene una gran exposición de objetos para comprar. Compramos unas cuantas tonterías y la tan ansiada caja de Macarena que costó tan sólo 1000 LKR (6€).

Cerca de cada sitio turístico hay lugares donde realizar compras

Dicen que a los Ceilandeses les encanta la bebida.

Hay una marca de cerveza local, Lion -en honor al escudo de la bandera de Sri Lanka- , que es la que te encuentras bebiendo por la noche a todos los mochileros. Su precio oscila entre los 150 y las 350 LKR (en un restaurante caro), aunque nosotros sólo bebemos coca-cola, por la que puedes pagar entre 50 LKR y 200 LKR (1,20€) en el sitio más caro y agua (entre 50 LKR y 100 LKR – De 30 a 60 ctms).

Así que, como buen, ceilandés, Upul por las noches, cuando ya no tenía que conducir, se pedía su cervecita. Normalmente, no quería sentarse a comer con nosotros, supongo que para respetar nuestro espacio. Pero hubo una noche en la que se sentó después de cenar en nuestra mesa y pidió un licor de Arrack (típico local) para Yayo. Yayo se negaba en redondo sabiendo lo mal que le sienta el alcohol, pero él muy flojito, muy flojito, me explicó cómo estaba prohibido en algunos lugares sin licencia dispensar alcohol. El Viceroy era uno de ellos. Sin embargo, para los turistas se hacía la vista gorda.

Yo traté de explicárselo a Yayo, pero debió ser que con la sordera (he omitido el detalle de que Yayo utiliza audífonos) no se enteró bien, y entre tanto llegó el camarero. Así que cuando puso el licor en la mesa, el vaso fue de Yayo a Upul, y de Upul a Yayo, uno sabiendo que no era para él, y otro disimulando el hecho de que sí. El camarero puso los ojos como platos y para zanjar el asunto y evitar la vergüenza que estaba pasando el pobre Upul, le ordené a Yayo: -“¡Cógelo ya!” -lo que no le dije fue que se lo bebiera- así que él, ni corto ni perezoso se echó un sorbo al gaznate y ví cómo por momentos se iba poniendo colorado. Parecía quemarle. Para él, desde luego, una y no más. Todo quedó como que “anda, tómatelo tú que yo no puedo” y así por fin nos fuimos a dormir, aunque por un momento pensé, con lo cansada que estaba, que iba a tener que esperar a que se tomara el vaso entero. De haber sido así, me hubiera dormido encima de la mesa.

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2 comentarios

Chari BR7 15 noviembre, 2015 at 7:12 pm

¡¡Qué maravilla!! Tu hija es una privilegiada por poder compartir todo esto con vosotros y viceversa. Lo describes todo de un modo tan visual que es "casi" como estar ahí, Me ha hecho gracia el agobio que tenías entre las escaleras, los monos y los vendedores, jajaja. Un beso, y felices viajes

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Macarena Sierra Lechuga 15 noviembre, 2015 at 7:47 pm

Muchas gracias Chari! La verdad es que Macarena no es una niña "convencional" -¡Objetivo conseguido!- en el sentido de que ha ido aprendiendo una nueva medida de relacionarse con el mundo que la rodea. Ahora tiene sólo 10 años y habla a la perfección inglés y francés. Se desenvuelve con soltura en un aeropuerto. Y de sus viajes ha asimilado que lo material no tiene tanta importancia: hay gente que no tiene nada y es feliz "¿Por qué no lo voy a ser yo con todo lo que tengo?". No hace ascos a la hora de saborear nuevas comidas y, lo más importante,… que independientemente de pieles, religiones y países, todas las personas son como ella ¿Cómo no vamos a estar contentos? Sólo espero que, a medida que vaya creciendo, este espíritu aventurero que ahora le llena no decaiga y cultive esta pequeña semilla que hemos estado cuidando con tanto mimo.

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