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Sri Lanka

Negombo – Anuradhapura

Debíamos contratar un coche con conductor y cambiar dinero para llegar de Negombo a Anuradhapura. Las tarifas que habíamos leído se pagaban por un alquiler, con todo incluido, de un coche con conductor oscilaban entre los 35 a los 50 € por día. Yayo consultó en el hotel y comenzó el movimiento de llamar a un amigo, al amigo de ese amigo, el primo del otro,… en fin que entre llamada y llamada y la consulta de los precios, se nos estaba yendo la mañana, así que decidimos llamar al conductor del día anterior. En 10 minutos se presentó en el hotel. Su nombre era Upul.

Esculturas de Isurumuniya Vihara en Anuradhapura

Upul tenía las cosas muy claras. Sabía cuáles eran las preferencias de los turistas y conocía muy bien cada rincón de su país; por no decir de su historia, su cultura y su religión. Pero es que yo también tenía las cosas muy claras de cuáles eran los lugares que quería visitar antes de llegar a Kandy el 7 de agosto –que no otro día- para ver el Esala Perahera Festival. No en vano había pasado meses y meses preparando el itinerario después de haber leído todo lo leíble y después de haber visitado el internet todas las páginas sobre Sri Lanka visitables. Además, en previsión de la alta ocupación hotelera en la ciudad de Kandy durante la peregrinación anual, teníamos hotel reservado allí los días 7 y 8 de agosto ¡nada más y nada menos que desde abril!

En definitiva, que mostramos a Upul nuestros planes, aceptamos sus ideas, dejamos claro que queríamos elegir la ruta, los restaurantes y los hoteles, que el precio incluiría la gasolina y sus gastos y contratamos con él 10 días para salir aquella misma mañana. El precio total de los 10 días fueron 400€.

Yo, como siempre, me quejé de la relajación de Yayo cuando se trata de ajustar los precios en las compras, pero es que luego pensándolo bien, es muy jodido que alguien dependa de que a un turista le caigas en gracia para contratarte y esa misma mañana hagas la maleta y te despidas de tu familia porque te ha salido un trabajo para unas cuantas jornadas. Yayo llevaba razón. Quizás el no ajustar tanto los precios cuando se puede – que no cuando tratan de engañarte ¡ojo!- sea una forma también de ayudar a los demás cuando se está en mejor posición.

La elección de esta forma de transporte para hacer nuestro viaje por Sri Lanka no planteó dudas antes de emprender el camino. Es cierto que hay trenes y autobuses que recorren todo el país por un precio asequible y con el que podríamos ahorrarnos algo – o bastante-, pero el hecho de que tengamos que pagar tres pasajes por trayecto supone un ahorro menor que cuando sólo éramos pareja. Por otra parte, la comodidad y la libertad que te supone no ajustarte a horarios, a esperas, ni a paradas preestablecidas, es el peaje que pensamos que hay que pagar para que Macarena se sienta más cómoda, menos cansada y disfrute más de nuestra decisión de recorres nuevos lugares.

Transporte ceilandés

Pese a ser domingo, la actividad y el tráfico en las calles de Negombo es frenética y todo está abierto. Cambiamos dinero y fuimos a casa de Upul para que recogiera sus cosas. Llegamos a su casa y esperamos fuera, declinando la invitación de pasar y tomar un té. Salieron a saludarnos su esposa y su hija menor, muy tímida y casi de la edad de Macarena. Después de apenas 15 minutos, Upul ya había preparado su pequeña bolsa de viaje y emprendimos la marcha desde Negombo a Anuradhapura.

El trayecto nos llevaría unas 5h y media, más o menos, parando a comer en un restaurante local de carretera con el que tuvimos suficiente para todo el resto de nuestra estancia en Sri Lanka, pese a la amabilidad, la buena voluntad de la gente y el escaso coste del mismo (600 LKR –unos 4€- incluyendo refrescos y postre).

En un mostrador había como unos 6 recipientes de barro con diferentes verduras especiadas y arroz blanco de los que tú te servías “a voluntad”, pero la comida estaba tan tan picante que Macarena fue incapaz de probar bocado, yo comí por educación, a pesar de que fui incapaz de identificar lo que me llevaba a la boca que, por otra parte, tragaba de forma compulsiva para evitar tener que masticarla –porque he olvidado decir que quizá sea yo de los tres, la más especial para la comida-, y Yayo se iba poniendo cada vez más colorado a la vez que se empapaba más y más del sudor provocado por el picante a medida que avanzaba la comida. Sin embargo, Upul estaba “tan normal” mientras nos hacía preguntas sobre las comidas españolas y nos contaba cómo es común en Sri Lanka tomar arroz en las tres comidas principales del día. Al salir de allí, Macarena comenzó con su particular régimen alimenticio y se echó al estómago un par de plátanos que se había guardado del desayuno.

Dagoba Ruvanvelisaya, en Anuradhapura

Llegamos a Anuradhapura sobre las 4 y media de la tarde y Upul nos llevó a un hotel tipo colonial, precioso en sus jardines y su fachada donde se estaba celebrando una boda. Yayo y Macarena entraron a ver la habitación mientras yo me quedé fuera embobada viendo cómo pasaban las señoras engalanadas con sus saris mientras me fumaba un cigarro. Y mientras tanto, se me acercó un grupo de chicos jóvenes totalmente borrachos a pedir un cigarro. Así que ante tal panorama, y esperando que salieran del hotel hice como que no entendía nada y entré en el coche. Al poco tiempo, salió Macarena pequeña diciendo que allí no dormía ella y Yayo se echó las manos a la cabeza tras ver la habitación. Viendo el hotel por fuera, no comprendía bien la actitud de ambos, pero me alegré de no haber tenido que pasar por ese trance. Siguiente hotel. La misma operación. El mismo resultado. Y yo, con los ojos como platos de lo que Yayo y la niña contaban. Uf, ¡Y era el primer día!

Hotel Cottage Turist Restaurant, en Anuradhapura
 Pero, como dicen que a la tercera va la vencida, el siguiente hotel les convenció más, y allí nos quedamos. Cuando entré en la habitación y comprobé su austeridad preferí ni preguntar acerca de lo que había ocurrido en las anteriores guesthouses, aunque en honor de la verdad, este sería el peor hotel con diferencia de entre todos los que se iban a suceder posteriormente (con la salvedad del de Ella). Pese a ello, después de la cena, tocó mudanza de habitación porque el aire acondicionado no funcionaba y hacía un calor infernal.

 

Hotel Miridiya, en Anuradhapura
Yo hubiera optado por visitar aquella tarde las ruinas de Mihintale, una pequeña ciudad a 12 kilómetros de Anuradhapura; pero entendía que, después de las horas de coche, tocaba mostrarle a Macarena lo iba a ser el preludio de su estancia en Sri Lanka, y decidimos que la llevaríamos a disfrutar de un largo baño de piscina. Upul nos acercó hasta el Hotel Miridiya y pagamos 300 LKR (unos 2€) para que Macarena se bañara mientras nosotros nos tomábamos unas coca-colas al fresquito y hacíamos planes para el día siguiente.
          

Cenamos en el restaurante del hotel (Hotel Cottage Tourist Restaurant) que tenía comida china, buenísima por cierto. Por lo que poco a poco fueron llegando bastantes turistas de diferentes nacionalidades alojados en otras guesthouses cercanas a degustar los ricos, abundantísimos y económicos platos de noodles que Yayo juzga como la mejor de las comidas que probó durante toda su estancia en Sri Lanka.

Fue allí donde comencé a familiarizarme con la escasez de iluminación en todas mis cenas, algo que por una parte agradecía, ya evitaba que acudieran mosquitos y molestos insectos nocturnos, y que por otra parte me impedía ver exactamente lo que había en el plato lo que, dados mis reparos a la hora de comer, me molestaba en cierta medida.  

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