Cuando uno llega por primera vez a Bishkek, la capital de Kirguistán, puede parecer una ciudad tranquila, con avenidas anchas, muchas flores y montañas al fondo. Pero basta con caminar un poco por sus parques o mercados para empezar a notar algo curioso: unos pequeños puestos callejeros, casi siempre atendidos por mujeres, con varias garrafas alineadas sobre una mesa. Las botellas vienen en distintos tamaños y colores, y están a la sombra de sombrillas que parecen sacadas de una postal soviética.

¿Agua? ¿Zumos? ¿Limonada casera? Nada de eso. Lo que se vende en esas garrafas son bebidas tradicionales kirguisas, refrescos fermentados únicos en su especie. Estas bebidas no solo calman la sed en los calurosos veranos centroasiáticos, sino que cuentan la historia de un pueblo nómada que ha sabido mantener vivas sus costumbres en pleno siglo XXI.
Te presento a los protagonistas: Maksym, Chalap, Aralash, Kvas y Bozo.
Maksym: el refresco ancestral a base de cereal

El Maksym (o «Yarma» en algunas regiones) es probablemente la bebida más emblemática de Kirguistán. Se elabora con una mezcla de cereales como cebada, trigo y maíz, que se tuestan, se fermentan con levadura y se diluyen en agua.
Su sabor puede sorprender al principio: tiene un punto tostado, ligeramente ácido, con cuerpo. Si te gustan las bebidas como el kombucha o el kéfir, es probable que el Maksym también te guste. No solo es refrescante, sino que alimenta: muchos kirguisos lo toman como una merienda líquida.
Además, es rico en vitaminas del grupo B (B1 y B2), y en minerales como magnesio, fósforo, potasio y calcio. Los pastores nómadas lo usaban como bebida energética antes de los productos comerciales que hoy encontramos en supermercados.
En los años 90, los hermanos Egemberdiev lanzaron la primera producción urbana de Maksym con la marca Shoro, vendiendo 80 litros en un bazar en pocas horas. Hoy, «Shoro» es sinónimo de Maksym en todo el país.
Chalap (o Tan): leche fermentada con burbujas

Otra bebida muy presente en los puestos callejeros es el Chalap, también llamado Tan. A diferencia del ayran turco (con el que comparte similitudes), el Chalap lleva dióxido de carbono, lo que le da un toque burbujeante y un extra de frescura en verano.
Está hecho a base de leche fermentada con agua, sal y a veces hierbas. Su sabor es salado, ácido, algo espeso, pero dicen que increíblemente refrescante.
Nutricionalmente, también es un tesoro: contiene vitaminas A, C, B1, B2, y minerales esenciales como potasio y magnesio.
Aralash: el mejor de dos mundos

Si no puedes decidirte entre Maksym y Chalap, los kirguisos ya inventaron la solución: el Aralash, una mezcla 50/50 de ambas bebidas.
Es habitual ver a los jóvenes comprando una botella de Aralash para compartir mientras descansan bajo la sombra de un árbol, charlando o jugando al ajedrez. Es un ritual veraniego sencillo y encantador que se repite por toda Bishkek.
Kvas: la herencia soviética

El Kvas no es originario de Kirguistán, pero se ha instalado en la cultura del país desde los tiempos de la URSS. Se trata de una bebida ligeramente alcohólica (menos del 1%) que se obtiene fermentando pan negro con azúcar y levadura.
Su sabor es dulce, con un toque ácido y algo de gas. Lo encontrarás no solo en garrafas, sino también en camiones cisterna amarillos que recorren las calles de la ciudad, especialmente en verano. Es una bebida ideal para quien busca algo suave pero diferente.
Bozo: una rareza espesa y poderosa

La más singular de todas es el Bozo, una bebida densa hecha a base de mijo fermentado. Es ligeramente alcohólica, bastante espesa y con un sabor intenso que no deja indiferente. En algunas variantes modernas se le añade jugo de espino amarillo, una fruta local muy rica en vitamina C, lo que le da un color ámbar precioso y un sabor más afrutado.
El Bozo suele venderse embotellado, no en garrafas callejeras, y se toma frío. Es la bebida ideal para los más aventureros del paladar.
Una tradición viva en cada esquina
Lo que más me gusta de estas bebidas es el ritual social que las rodea. Cada puesto es atendido por una señora que conoce a todos los vecinos y sabe exactamente cuánto de Chalap o de Maksym quiere cada uno. Las garrafas están alineadas con mimo, y muchas veces ves cómo la vendedora te sirve la bebida directamente en una botellita que luego puedes devolver o reciclar.
Es una escena sencilla, cotidiana, pero profundamente auténtica. En un mundo donde las bebidas energéticas y azucaradas dominan, estas recetas milenarias siguen vivas y se reinventan cada día en las calles de Bishkek.
La verdad es que se trata de bebidas para valientes y paladares acostumbrados a sabores diferentes. Nosotros las probamos como aperitivo de una de nuestras comidas y, además de no pasar de un simple sorbo, no las probamos más. El sabor agrio y salado de lo que intentamos beber dista mucho de cualquier sabor conocido que nunca nos hayamos llevado a la boca, pero claro está, para gustos…
4 comentarios
Que curiosas, seguramente yo tras probar un sorbo ya no podría seguir, no me van mucho esos sabores pero si me gustaría probarlas. Un abrazo!!!
Yo…Asun…No puedo. Son unos sabores demasiado fuertes y diferentes.
Un abrazo!!!
Que nombres mas raros tienen Macarena. Cuál te gusta el que más?
Ay Vicenta, a mí ninguna. Es que son unos sabores fuertes y diferentes. Mira que yo soy de probar, pero las bebidas saladas mmmmmm.