Mandalay es la segunda ciudad más grande de Myanmar y, pese a que se trata de una ciudad de amplias avenidas y urbanísticamente más ordenada que Yangón, tampoco es una ciudad bonita pese a que muchos viajeros dicen haberse enamorado de ella. Una visita de, como mucho tres días, es suficiente para conocer el lugar. Sin embargo, lo mejor de Mandalay está en sus alrededores: en las Ciudades Antiguas de Mingun, Amarapura, Inwa (Ava) y la Colina de Sagaing. La periferia de Mandalay también alberga lugares menos conocidos como las cuevas de Hpo Win Daung, la Pagoda Thanboddhay y el Buda de Laykyun Setkyar –el segundo más grande del mundo-, situados cerca de Monywa, ciudad que no visitamos, muy a nuestro pesar, porque 150 kilómetros en Myanmar distan mucho de ser “una excursión”.
Reservamos la primera media jornada para visitar Mingun. La visita se debe realizar obligatoriamente durante la mañana ya que los horarios de los barcos de ida y vuelta a la zona son fijos. El barco, cuyo trayecto cuesta 5.000 Kyats (3,50 €) ida y vuelta –los niños también pagan-, sale a las 9:00 a.m. y vuelve a las 12:30 p.m. y el trayecto de navegación por el río Ayeryarwady dura aproximadamente una hora.
El barco sale del Puerto Mandalay Jety, al oeste de la ciudad, y se llega allí en taxi –difícilmente andando, pues Mandalay es una ciudad grande- por unos 5.000 Kyats por trayecto.
Lejos de considerar este puerto como los puertos occidentales que conocemos, se trata de una sucesión de barcos amarrados en paralelo a los que se accede a través de unas rampas –más bien tablones de madera- que los operarios colocan para la ocasión; y se salta de una embarcación a otra hasta llegar a la que te transportará a la zona de Mingun.
El barco te deja en la zona arqueológica de Mingun y, previo pago de 5.000 kyats por persona –los niños también pagan- se puede comenzar a visitar la zona que, en apenas un kilómetro, ofrece como principales atractivos la estupa incompleta Mingun Pahtodawgyi, la pagoda Hsinbyume, la campana de Mingun y las estatuas Chinthes.
Hicimos el trayecto hasta Mingun con una familia catalana con la intercambiamos experiencias viajeras y que terminó siendo la receptora de nuestro mapa de Bagan. La verdad es que el trayecto en barco es bastante agradable, pese al calor y la humedad que quedan paliados con la brisa del río. No obstante, para los que tengáis la piel clara, no os olvidéis el protector solar porque te quemas sí o sí.
Al llegar a Mingun, te aborda una ingente cantidad de vendedoras que pueden llegar a ponerse, incluso, un poco pesadas; aunque conforme se avanza la visita, te van abandonando.
También existe la opción de hacer la ruta en carreta tirada por bueyes por unos 2.000 Kyats (1,5€), aunque no es necesario, pues las distancias son cortas. Así que el paseo en carreta es más una “atracción turística” o una contribución a la economía local, que un medio de transporte.
Además de los atractivos históricos, la zona es especialmente bella porque recoge, en gran medida, la esencia del país: la vida rural, los aldeanos, la paz y el lento transcurrir del tiempo.
Son las visitas de los turistas, que puntualmente llegan a Mingun desde Mandalay, las únicas que interrumpen el tedioso transcurso de la vida del lugar. En Mingun no hay hoteles.
Lo que sí que hay en Mingun son decenas de puestecillos de artesanía, y son muchos los que aquí compran las tradicionales marionetas birmanas. Además, son típicas las zapatillas de suela de madera –al estilo japonés- y las prendas de vestir decoradas con bellas pinturas. Al acabar nuestra visita, compramos unas acuarelas por 1.000 kyats (0,75€) cada una y una camisa para Macarena que nos costó 4.000 Kyats (unos 3€).
La Historia de la estupa inacabada de Mingun va unida al ego del rey Bodawpaya que ordenó el comienzo de su construcción en 1790 para, según unos, rivalizar con las pirámides de Egipto, y según otros, para alojar un diente de Buda que había recibido como reliquia; pretendiendo elevar una construcción de 150 de altura y 210 de ancho.
La construcción de la pagoda se mostró tan obsesivamente en la mente de Bodawpaya que incluso dejó de lado los asuntos de Estado, que encargó a su hijo, y mandó construir una residencia junto a la edificación para poder supervisar a diario el proyecto.
Cuenta la leyenda que los trabajos de construcción de la estupa se ralentizaron debido a la creencia de que, una vez acabada, el imperio birmano se terminaría. Algo parecido sucedió en Bagán, cinco siglos antes, cuando los profetas auguraron la invasión de la zona tras la finalización de los trabajos de la Mingala Zedi Paya y, efectivamente, diez años tras acabar los trabajos, los mongoles invadieron Bagan. Así que, los bamares, temerosos de las malas profecías, impidieron la culminación del proyecto.
Los historiadores, sin embargo, se muestran escépticos y atribuyen su fracaso a la impopularidad del proyecto que utilizaba mano de obra esclava y prisioneros de guerra, lo que provocaba la falta de mano de obra en lugares imprescindibles de la zona. Así que, tras la muerte del rey Bodawpaya, 29 años más tarde de su inicio, la construcción de la pagoda tocó a su fin.
Ahora el monumento, aunque seriamente dañado por los terremotos de 1839 y 2012, está igual que hace doscientos años: finalizado sólo en una tercera parte, con 50 metros de altura y 72 de ancho y, aunque incompleta, la estupa inacabada de Mingun, posee el record guinness de ser el mayor cúmulo de ladrillos construidos del mundo.
La Campana de Mingun
La Campana de Mingun es la siguiente visita tras la de la Estupa y se encuentra alojada en un pabellón de estilo arquitectónico tradicional birmano.
El Rey Bodawpaya ordenó su construcción para ubicarla en la cima de la estupa. Fabricada en bronce, mide 3,7 metros y pesa 90 toneladas y se trata de la segunda campana mayor del mundo tras la del Kremlim de Moscú –que no funciona porque está rajada- y la primera en funcionamiento; aunque no tiene badajo, sino que se toca golpeándola con un tronco.
Una vez finalizada la campana, el excéntrico Bodawpaya mandó ejecutar al artesano que la había construido para evitar que pudiera realizar otra igual.
La Pagoda Hsinbyume
Construida a principios del siglo XIX por el sucesor de Bodawpaya, el Rey Bagydaw la elevó en memoria de la Princesa Hsinbyume que murió al dar a luz.
Su construcción emula la montaña sagrada por excelencia del budismo: el Monte Meru. De ahí que sus siete terrazas en forma de ola representen las siete cordilleras que rodean al Monte.
Se puede subir hasta la cima –descalzos por supuesto- sintiendo en los pies los pinchazos de las piedrecitas y las malas hierbas que abarrotan el suelo; pero la vista desde arriba es espectacular.
Las estatuas Chinthes
Otra de las visitas obligadas de Mingun es la de sus dos estatuas Chinthes a orillas del río Aeryarwady de 29 metros de altura. El chinthe es una criatura, mitad león – mitad humano, que se suele encontrar en Birmania y otros lugares del Sudeste Asiático en la puerta de los templos y palacios porque se les considera guardianes y protectores de los mismos.
Según la leyenda, una princesa se enamoró de un león y dio a luz a un hijo de ambos. Tras vivir en la selva por un tiempo, se cansó de los peligros que ésta entrañaba y regresó a Palacio, donde decidió criar a su hijo. Pero fuera de los muros del Palacio, el león estaba tan enfadado que acechaba el reino sembrando el caos y la destrucción entre el pueblo. Cuando el hijo creció, para complacer a su madre, y desconociendo que el león era su padre, lo buscó, le dio captura y lo mató. Al enterarse de que había matado a su padre y como forma de expiar su pecado, mandó construir una estatua mitad león, mitad humano para proteger las pagodas. Desde entonces, es el chinthe es venerado y amado en Myanmar y se cree que protege la riqueza y atrae la buena suerte.
Mandalay Night
Tras una comida sin muchas alaracas en un chino “de luxe”, en el que los mosquitos nos acribillaron los tobillos, y por la que pagamos unos 9€; decidimos descansar un poco y, caído el sol, decidimos visitar el cercano Zay Cho Night Market.
Zaycho es un afamado céntrico mercado de Mandalay al que volvimos otro día, aunque por poco tiempo. Y es que en los “centros comerciales” hace tanto calor, los pasillos son tan estrechos y se encuentran tan atestados de mercancía que me producen una sensación de claustrofobia que me imposibilitan estar allí. Sólo pensaba en si hubiera un incendio… son auténticas ratoneras.
Pero llegada la noche, cortan las calles y los alrededores del mercado se llena de vendedores ambulantes, aunque no mola. Así que, como teníamos tiempo, fuimos al Chinese Night Market, tras el Centro Comercial Diamond Plaza, pero tampoco molaba. Lo que sí moló fue la gincana para llegar allí.
Si hay alguna particularidad común a todos los países del sudeste asiático que hemos visitado, es la imposibilidad para andar por las aceras y, en caso de que pueda hacerse, hay que ir en fila india; pues está invadida por vendedores, vehículos, charcos, baches… Pero lo guay de caminar por cualquier calle es que puedes percibir el pulso de la vida de los habitantes. Y en Myanmar esto es especialmente llamativo.
Para llegar al Diamond Plaza desde donde estábamos, había que atravesar un puente que pasaba a la altura de varios edificios. Todos, viejos y llenos de humedad, tenían abiertas las ventanas. Y si en Camboya nos llamó la atención que la gente usara sus negocios como viviendas, aquí impresionaba el interior de las casas: amplias estancias sucias y destartaladas donde podías confundir una montaña de ropa con una cortina, o una cocina con un salón de estar. No entiendo cómo nadie puede vivir en esas condiciones.
Regresamos en taxi y terminamos cenando en un burguer de la calle 34 llamado Mary Brown en la que terminamos congeniando con gran parte del personal.
Si te ha gustado esta entrada, te recomendamos que veas nuestro vídeo sobre MINGUN
10 comentarios
Estupendo post, especialmente por la hermosa conjunción de exotismo, leyendas, naturaleza y costumbre,… no os podeis imaginar la sana envidia que despiertan en mi vuestros viajes. Por cierto, me encantó la leyenda de las estatuas Chintes. Feliz semana!
Muchas gracias Norte,
Tus palabras son alentadoras y me alegra que te haya gustado la entrada.
Siempre te diré lo mismo: alguna vez, terminarás allí.
Muchos besos
Jajajaja ¡Las varandillas eran estupendas!… Seguro que te gustaría: una experiencia nueva.
Me alegro que te guste.
Un beso
Madre mía, es que en cada entrada me sigo sorprendiendo, qué lugares habéis visitado!! Pero lo que me ha hecho gracia han sido los tablones para llegar al barco, si yo tengo que pasar por ahí con el equilibrio que yo tengo acabo en el agua fijo, jajaja. Un besazo
el blog de Sunika
Gracias Miguel,
sobre todo por hablarme de periodismo que, como creo que sabes, es mi profesión; Así que que me digan que he hecho un buen trabajo, significa para mí que soy -o, al menos parezco- buena profesional.
Y sí, no crees mal. Mandalay no era lo que esperábamos. Supongo que pensábamos que era algo así como un Chian Mai Birmano, pero era otra ciudad grande y caótica de Asia.
Muy guay que nos ilustres con el tema de las campanas porque nunca está de más conocer cosas nuevas.
Me alegro que te haya gustado la entrada.
Muchos besos.
Hola Macarena, la verdad es que presentas un gran trabajo foto periodístico de primera categoría, enhorabuena por la entrada.
Observo cierta decepción con Mandalay en comparación con otras maravillas birmanas, ¿es así?
Me ha impresionado mucho la parte de las campanas, son impactantes.
En España la mayor que tenemos esta en la Catedral de Pamplona con unas 10 toneladas de peso, siempre lo recuerdo cuando leo algo referente a las campanas o campanarios.
La excursión a la estupa inacabada más las leyendas narradas me dejan un muy buen sabor de boca.
Un beso Macarena.
Me ha llamado mucho la atención ese puerto de Mandalay con esos barcos uno al lado del otro y cuyo acceso se tiene que realizar a través de esas estrechas rampas o tablones de madera(como bien lo indicas tú en tu crónica), menos mal que no hay profundidad en el agua por esa zona, me imagino.
Los puestos de vendedores según nos comentas también abundan allí y como también sucedía en Bagán, las vendedoras suelen ponerse algo pesadas, supongo que lo harán por necesidad y supervivencia.
La carreta turística con los bueyes me ha resultado simpática y no me extraña que todo este entorno rural de Mingun sea un remanso de paz disfrutando de la naturaleza y de las cosas más sencillas.
Como siempre me encanta leer estas historias milenarias envueltas en leyenda algunas veces y la que nos compartes de la estupa inacabada de Mingún queriendo rivalizar, nada menos que con las pirámides de Egipto ¡qué barbaridad! Por cierto las fotografías me han encantado y ayudan muchísimo para conocer mejor estas monumentales construcciones.
La historia de la campana de Mingún es aterradora cuando al finalizar su construcción ese excéntrico Bodawpaya mandó ejecutar al artesano que la había construido para evitar que pudiera realizar otra igual.
La Pagoda Hsinbyume es de todos estos monumentos el que más me ha impactado gratamente, tiene un diseño y belleza excepcional.
¡Qué bonita excursión, amiga Macarena por estos parajes birmanos llenos de encanto!
Mil gracias, amiga Macarena por tus estupendos comentarios y me alegro que te vayas "enganchando" a mis ocurrentes y divertidas historias.
Un abrazo para cada uno y para las dos Macarenas muchos besitos.
Mil gracias a ti, Estrella, por tus bonitas palabras.
Me alegro que te gusten nuestros relatos y que las fotografías sirvan para certificar la certeza de mis palabras. Desde luego que las leyendas en Myanmar son únicas y la barbarie de los primeros moradores parece no tener parangón.
Imagínate mi impresión al llegar al "puerto", nosotros que somos de puertos diques y mar.
Y, hablando de otras cosas… ¡Estás hecha una artistaza! Me tienes boquiabierta con tu serie de relatos surrealistas que invito a leer a todos los amigos de este blog. Si te parece, cuando quieras, pones un enlace porque tus relatos merecen la pena de verdad ser leídos.
Muchos besos a ti y gracias siempre por acompañarnos.
Qué maravilla de posts preparas siempre, Macarena. Yo, ni en un millón de años, sabría contar así un viaje. Eso y las reseñas de libros se me dan francamente mal.
Da mucha pena cuando cosas hermosas e irrepetibles están mal conservadas; da que pensar que con el tiempo terminarán en ruinas 🙁 Estupendas también las fotos y las leyendas con las que acompañas la historia de muchos de los monumentos, le dan un toque que las hace más cercanas y les añade encanto.
Gracias por contarnos vuestras excursiones a los alrededores de Mandalay 🙂
¡Un beso!
Ay Julia, me sacas los colores! Pero es que cada una tenemos nuestro "aquel". Yo me lo paso también fenomenal leyendo tus relatos.
Me alegro que disfrutes con nosotros y que te gusten los lugares que visitamos, pero quizá, documentarlos con leyendas, ha sido la Manera que he usado siempre para hacer que Macarena aprenda a viajar y a amar los lugares que visita. Aunque por añadidura, lo que he terminado consiguiendo es que tenga una imaginación desbordante; luego, traslado aquí las historias que le cuento.
Muchas gracias a ti por visitarnos. Es un placer siempre leerte. Muchos besos.